(Sobre Cuaderno del poema, de Gabriel Cortiñas: Palabras Amarillas, 2017)
Este libro de Gabriel Cortiñas es una obra abierta porque como el I-Ching se puede abrir en cualquier parte y encontrar un sentido. Es un libro paranoico. Una suma de fragmentos. Su lectura supone una reflexión sobre el ritmo. Leo este libro por fuera de los encorsetamientos típicos de los géneros didácticos: ensayos, monografías y otras variantes del periodismo cultural. Lo leo como un libro que ensaya sin las limitaciones ni el sopor de lo estrictamente monográfico o el tedio ensayístico. Un libro escrito desde el punto de vista de alguien que tiene práctica en un oficio. Un cuaderno de notas que piensa en el lenguaje y en sus efectos. Un libro que parece armado de frases sueltas, ideas en apariencia desordenadas o contrabandeadas desde anécdotas, comparaciones, observaciones. En su conjunto Cuaderno del poema parece formado por una extraña serie de extrapolaciones y digresiones, incluso divagaciones en el sentido de ideas que se desvían del asunto para encontrar distintas perspectivas. Porque el sentido es un efecto de perspectiva, parece decir Cortiñas en su Cuaderno. Es un libro original, no en el sentido de lo que es totalmente nuevo, sino de lo que es total y originariamente producto de uno mismo. Un libro que reflexiona sobre la vocación poética y sobre esa misteriosa ocupación del tiempo que es la lectura. Gabriel Cortiñas descubre un entramado que diseña en la línea histórica un sentido estético. Quizás porque busca en la semántica del poema más preguntas que respuestas. Porque lee como si leer fuera interrogar un texto, escuchar todas sus preguntas. Lee como si leer fuera indagar la sintaxis de la Historia. Cortiñas escribió un libro de impresiones. Un libro de variaciones. Sobre lo público y lo político. Y todos esos autores que circulan en su Cuaderno arman un mapa del poema de Gabriel Cortiñas desplegado en ideas sueltas. Su libro es el desglose de un gusto particular y una manera de leer, es decir, escuchar con los ojos. Por algo existe la ambigüedad, carozo del poema y del malentendido, porque el lenguaje habla de quien lo usa. «Por qué algunos se esmeran tanto en querer que el poema “se entienda”?» ¿A qué público está destinado Cuaderno del poema? No sé. Pero estoy seguro que no es un escrito hecho para la intimidad como engañosamente parece indicar su título. Y que todo lo que tiene de cuaderno, de diario, de bitácora, de literatura del yo –por decirlo con una etiqueta fácil– es solo una parte del tono que transita el libro. Porque cada una de las entradas de este libro carga de sentido la totalidad de sus observaciones. En alguna página leo esto: «Veinte años del momento en que alguien decide volarse la cabeza en el living de la casa de su hermano.» A eso me refería con lo de obra abierta.
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