miércoles, 27 de julio de 2016

Conexiones, por Dante Milano


Éramos cinco los que viajábamos en la camioneta. Estacionamos a unos cuantos metros de la casa y caminamos una cuadra alejándonos del punto de encuentro. Según alguien había una despensa cerca donde se podría comprar algo de alcohol, cien metros eran suficientes para fumar, las calles estaban desiertas y sabía que no habría un mejor momento.
El sonido de la música delató la dirección exacta, tocamos la puerta y entramos. Éramos los primeros, aunque el thc no se hizo esperar.
El paisaje era extraño, las paredes grises de la cocina rayadas con crayón me descolocaron un poco. Lo normal no era normal, y la tensión se sentía entre miradas. Las miradas de los cinco se entrelazaban de vez en cuando, buscando complicidad y compañía, para llenar el vacío que la imagen del espacio causaba en primera instancia.
Después de un lapso cargado de nerviosismo, donde el tiempo no era exacto, comencé a mimetizarme con la situación y a sentirme bien. La llegada de otros compañeros ayudó a romper con algunos restos.
Luego atravesamos una puerta que daba lugar a una especie de habitación de donde provenía la música. No había iluminación alguna, excepto por luces de colores que titilaban, azules y verdes. Era el patio, techado por la terraza a la que se llegaba por una escalera.
La casa comenzó a llenarse poco a poco con más y más gente, y entre tragos y juegos, todo se volvió más entretenido, más libre y fugaz.
Empezaron a surgir conversaciones, y junto con ellas, las personalidades se teñían, gradualmente. Un intercambio permanente, vínculos y personas de-formadas por las redes sociales, por suposiciones e interpretaciones, se esforzaban por lograr algo que da la sensación de ser más real. Y en esa vorágine, que en una abstracción más pragmática puede verse como el armado de rompecabezas, a ciegas, a prueba y error, volvimos a encontrarnos las cinco mismas piezas, en la terraza, ebrios, debatiendo sobre el amor y otras tantas idioteces. 
Esa fue, a simple vista, una noche como tantas. Una noche en la que mi deseo de mudarme a la capital se afirmó con todas las fuerzas necesarias, una noche donde más allá de la palabra y la imagen, pude ver algo más en ciertas personas. Personas que a continuación, demostrarían ser todo lo que alguien necesita para no dudar de su deseo de ser y de lo que su deseo impulsa a ser, en este caso, mi deseo, el deseo de ser escritor.






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