domingo, 16 de octubre de 2016

La abuela, por Marco Castagna







Ahora tengo todos estos recuerdos y la memoria de tu abuela en el geriátrico. Hace un tiempo fui a visitarla y ahí estaba aturdida por el televisor, dueña de una resistencia autista. Traté de mirarla a los ojos y cuando lo hice me hundí como en una copa de vino. Pienso en la felicidad de tu abuela cuando vas a visitarla, en tu perfume barriendo con el olor a desinfectante del lugar,  en cómo le inundas la boca con yogurt fresco. Cuando fui a visitarla y traté de hablarle más fuerte que el ruido del televisor, me confundió con un enfermero o con el chico de la limpieza. El televisor con el sonido al palo y los ancianos catatónicos con la mirada puesta en otra parte. Los ojos de tu abuela a veces parpadean distinto, en un brillo intermitente. En ese tiempo eras lo único que tenía y solo me quedaba visitarla a ella para sentirme cerca tuyo. Un pedazo de vida sujetado a la tierra, dando bandazos y a la intemperie.  























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