martes, 6 de junio de 2017

Tomás, por Marco Castagna



 Un viento duro arrecia y forma hoyos de sal en la cara, agrietándola como la agrieta el tiempo, con un molde severo y adusto. Naciones de hormigas caminan por el borde de una construcción abandonada al costado del camino. El padre de Tomás recuerda que en ese paso de nivel un compañero de trabajo mató un ñandú persiguiéndolo durante una hora a los tiros por un camino de tierra y agitando una petaca de whisky por la ventanilla. Cuando lo tuvo a tiro le disparó y lo abandonó entre las piedras. Tomás se agita en el asiento del acompañante sintiéndose incómodo. Su padre le pide que se quede quieto, que no puede ser que se mueva tanto, le pregunta si tiene hormigas en el culo. La pregunta obviamente no es una pregunta. Tomás se mueve por última vez, se abrocha el cinturón de seguridad con miedo de estar moviéndose demasiado o de no poder hacerlo más y  se queda rígido en la última posición que encuentra su cuerpo como una pieza de ajedrez congelada. Todo esto a Tomás lo pone muy nervioso, y como es natural, le dan más ganas de moverse. Saber que no podés moverte puede llegar a ser tremendamente incómodo e insoportable. Es así como una persona puede silenciosamente comenzar a enloquecer o convertirse en secreto en artista. Por supuesto que todo es abstracto o hipotético, aunque esto último no tanto. En este momento Tomás tiembla pero intenta no demostrarlo. En momentos así él preferiría que el coche se estrellara y su padre sin cinturón de seguridad saliera despedido volando por los aires y lo pisara un ñandú. Cuando se anima, el chico observa a su padre por el espejo retrovisor y lo nota tenso, el rostro rojo y agrietado, alguien incapaz de comunicarse. A Tomás le hubiese gustado decir algo, algo como para descomprimir un poco el ambiente, pero no se animó o nunca supo qué decir. O tal vez sí, tal vez una forma extraordinaria y radical de sabiduría le hizo saber que no decir nada suele ser lo mejor en casos como este, porque es difícil sino imposible interpretar y además tratar de agradarle a un hombre como su padre. Mientras el coche avanza a los tumbos por caminos de polvo y piedra reduciendo levemente la velocidad antes de pasar por los puestos de seguridad o antes de llegar a los escasos peajes. El padre de Tomás mastica un chicle y Tomás estudia la mandíbula rígida de su padre, le parece la mandíbula de un dinosaurio de esos que le muestra su madre por las noches en los libros de ciencia. Estudiar arqueológicamente un objeto sabe Tomás te hace olvidar al menos provisoriamente del tiempo cuando no podés moverte ni tenés nada para decir.  Tener que permanecer quieto y expectante puede ser una tarea horrible e infinita. Como sea, de repente el Renault 12 blanco se detuvo delante de un paisaje extraño y que a Tomás se le antojó decididamente adulto: hombres con cascos amarillos y mameluco gris moviéndose de acá para allá, autos más modernos que los de su padre estacionados en una esquina y hombres de traje y maletín delante de los autos hablando por teléfono con cara de asunto serio e importante o más bien de alguien que  está recibiendo información sobre una enfermedad. Una tienda improvisada de la que salía humo y una señora corpulenta le gritó a alguien en el interior de la tienda que no podía verse. El sol se hundía como un limón viejo en el cielo. Tomás seguía rígido sobre el asiento y se hubiese quedado un rato más así, no quería bajar y exponer su vergüenza. Su padre le pidió que se saque el cinturón de seguridad y baje del auto. Antes de salir del auto, Tomás retiró una perilla de seguridad que tenía forma de dedo cortado o de gajo de naranja. Bajó y siguió a su padre por una superficie de piedras hasta llegar frente a unos hombres que fumaban delante de una máquina excavadora. Su padre intercambió unas palabras con los operarios y subió a Tomás por una escalera, que seguía casi paralizado y perplejo por el episodio del auto, y que prefería no moverse demasiado, pero su padre ahora se enojó porque él no se movía, y le dijo que se apure. El chico se puso todavía más nervioso y llegó rápido a la caja de mando de la máquina excavadora.


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