sábado, 30 de julio de 2016
Postal para Mario Santiago, por Roberto Bolaño
Recuerda, Mario, la poesía ha hundido
a muchos; si los días favorecen la extensión
del viento, es porque el viento se extiende
con fuerza y ya nada queda por hacer sino
decir sí o no y contemplar esas manchas; nuestros
trabajos, por así decirlo, nos han arruinado
un buen número de sueños y el bosque
sigue intacto. ¿Cuál es el tamaño de nuestra
leyenda? Pobres muchachos arrastrados por la marea.
Un techo de estalactitas siempre se movió sobre
los caminos rurales. Y de tantas formas extremas
de comunicarnos ya sólo quedan mapas que ni el más joven
de nosotros puede leer. O tal vez sí. No lo sé.
Es difícil caminar una ciudad sin amor, pero
es más difícil caminar amando, como lo hicimos
nosotros en México D.F.
Roberto Bolaño,
Barcelona, julio de 1978
jueves, 28 de julio de 2016
Queen I (1973): prólogo a la leyenda, por Joaquin Rodriguez
Toda leyenda tiene un comienzo; una piedra filosofal que se coloca en la historia como un primer peldaño fundacional. Para Queen, ese fue su primer álbum. Se trata de un disco titulado de manera homónima a la banda, que vio la luz en julio del año 1973. Apenas doce meses antes, y tras largo tiempo llenando clubes y bares londinenses, el cuarteto había conseguido su primer contrato discográfico. Brian May, Roger Taylor, John Deacon y un joven estudiante de arte nacido en Zanzibar llamado Farrokh Bulsara, quien pronto acapararía todas las miradas bajo la forma de su alter ego, Freddie Mercury, comenzaban a dejar su impronta en la historia.
La portada presenta al cantante fundido bajo la luz de un reflector, con el torso desnudo y entregando su micrófono a modo de ofrenda hacia el cielo. Son diez canciones las que se encuentran en la placa y, representan una etapa totalmente diferente pero no menos maravillosa de aquella que llevó a la Reina a las radios de todo el planeta. Un hard rock crudo en sintonía con el momento musical que se vivía en Gran Bretaña, pero dotado de una profundidad pocas veces escuchada hasta el momento. Guitarras gruesas y envolventes que logran climas espaciales enraizándose en cabalgatas galácticas, como en Keep yourself alive, contrastan con los momentos medievales que se presentan en las canciones Great King Rat y My Fairy King.
La voz de Mercury es un vendaval que golpea directo al pecho; con el correr del tiempo, su técnica continuaría perfeccionándose para regocijo de los escuchas. Sin embargo, para el momento, presentaba una virulencia casi agresiva y rasposa, que lo llevaba a rozar un fino heavy metal. Esto se aprecia en temas como Liar, Son and Daughter o Jesus, los cuales también se encuentran bajo tintes operísticos, una de las características distintivas del grupo. Cabe destacar su performance en el piano durante la canción Seven Seas of Rhye.
En conclusión, quien aborde Queen I se encontrará con una banda totalmente distinta a la que explotaría en los años de gloria. Un disco de una versatilidad notable, que hace un culto a los 70's. Una evolución natural de los senderos zeppelinianos, con estética a lo Bowie, y una verdadera explosión de rock and roll que no cae jamás en lugares comunes. Esa fue la carta de presentación de una banda que, tiempo después, terminaría por apoderarse para siempre de la perfección. Luego de eso, ya nada sería lo mismo...
La portada presenta al cantante fundido bajo la luz de un reflector, con el torso desnudo y entregando su micrófono a modo de ofrenda hacia el cielo. Son diez canciones las que se encuentran en la placa y, representan una etapa totalmente diferente pero no menos maravillosa de aquella que llevó a la Reina a las radios de todo el planeta. Un hard rock crudo en sintonía con el momento musical que se vivía en Gran Bretaña, pero dotado de una profundidad pocas veces escuchada hasta el momento. Guitarras gruesas y envolventes que logran climas espaciales enraizándose en cabalgatas galácticas, como en Keep yourself alive, contrastan con los momentos medievales que se presentan en las canciones Great King Rat y My Fairy King.
La voz de Mercury es un vendaval que golpea directo al pecho; con el correr del tiempo, su técnica continuaría perfeccionándose para regocijo de los escuchas. Sin embargo, para el momento, presentaba una virulencia casi agresiva y rasposa, que lo llevaba a rozar un fino heavy metal. Esto se aprecia en temas como Liar, Son and Daughter o Jesus, los cuales también se encuentran bajo tintes operísticos, una de las características distintivas del grupo. Cabe destacar su performance en el piano durante la canción Seven Seas of Rhye.
En conclusión, quien aborde Queen I se encontrará con una banda totalmente distinta a la que explotaría en los años de gloria. Un disco de una versatilidad notable, que hace un culto a los 70's. Una evolución natural de los senderos zeppelinianos, con estética a lo Bowie, y una verdadera explosión de rock and roll que no cae jamás en lugares comunes. Esa fue la carta de presentación de una banda que, tiempo después, terminaría por apoderarse para siempre de la perfección. Luego de eso, ya nada sería lo mismo...
miércoles, 27 de julio de 2016
Conexiones, por Dante Milano
Éramos cinco los que viajábamos en la camioneta. Estacionamos a unos cuantos metros de la casa y caminamos una cuadra alejándonos del punto de encuentro. Según alguien había una despensa cerca donde se podría comprar algo de alcohol, cien metros eran suficientes para fumar, las calles estaban desiertas y sabía que no habría un mejor momento.
El sonido de la música delató la dirección exacta, tocamos la puerta y entramos. Éramos los primeros, aunque el thc no se hizo esperar.
El paisaje era extraño, las paredes grises de la cocina rayadas con crayón me descolocaron un poco. Lo normal no era normal, y la tensión se sentía entre miradas. Las miradas de los cinco se entrelazaban de vez en cuando, buscando complicidad y compañía, para llenar el vacío que la imagen del espacio causaba en primera instancia.
Después de un lapso cargado de nerviosismo, donde el tiempo no era exacto, comencé a mimetizarme con la situación y a sentirme bien. La llegada de otros compañeros ayudó a romper con algunos restos.
Luego atravesamos una puerta que daba lugar a una especie de habitación de donde provenía la música. No había iluminación alguna, excepto por luces de colores que titilaban, azules y verdes. Era el patio, techado por la terraza a la que se llegaba por una escalera.
La casa comenzó a llenarse poco a poco con más y más gente, y entre tragos y juegos, todo se volvió más entretenido, más libre y fugaz.
Empezaron a surgir conversaciones, y junto con ellas, las personalidades se teñían, gradualmente. Un intercambio permanente, vínculos y personas de-formadas por las redes sociales, por suposiciones e interpretaciones, se esforzaban por lograr algo que da la sensación de ser más real. Y en esa vorágine, que en una abstracción más pragmática puede verse como el armado de rompecabezas, a ciegas, a prueba y error, volvimos a encontrarnos las cinco mismas piezas, en la terraza, ebrios, debatiendo sobre el amor y otras tantas idioteces.
Esa fue, a simple vista, una noche como tantas.
Una noche en la que mi deseo de mudarme a la capital se afirmó con todas las
fuerzas necesarias, una noche donde más allá de la palabra y la imagen, pude
ver algo más en ciertas personas. Personas que a continuación, demostrarían ser
todo lo que alguien necesita para no dudar de su deseo de ser y de lo que su
deseo impulsa a ser, en este caso, mi deseo, el deseo de ser escritor.
lunes, 25 de julio de 2016
Aterrizaje bohemio, por Maria Florencia Piacquadio
Bohemia, la noche.
Bohemia, la música.
Bohemia, la pasión.
Bohemia, la literatura.
Bohemia es mi voz cuando se instala en el micrófono.
Bohemia es la ciudad y mi barrio.
Bonito bohemio es el arte; el de amar y el de vivir...
Ese rayo de Sol que encandila tantos rostros bohemios.
Seguramente me esté olvidando de muchas bohemias más,
son infinitas...
Bohemia..acá llegué tan bohemia para escribir estas letras.
domingo, 24 de julio de 2016
Balada de un hombre poco común, por Bruno Dante
Dylan
cantando “Ballad of a thin man” en No direction Home de Scorsese. Dylan canta
mientras el público lo abuchea. Se lo ve pálido. Canta con desapego, suelto,
fresco. Le dice “preacher” (predicador) a alguien que le grita que vuelva a
casa. Toma el micrófono con las dos manos y su voz suena como si estuviera
resfriado. Es que Dylan parece resfriado constantemente y nervioso, ansioso por
vivir y tener experiencias. Al final del video se lo ve durmiendo en la parte trasera
de un auto que avanza por la ruta mientras una de sus canciones suena en la
radio. El viaje siempre. El viaje como odisea. En “Ballad of a thin man” habla
sobre las muchas maneras de estar en una habitación. Es su versión libre de “La
carta robada” de Poe. Destapa la olla
con rabia. Podes haber leído todos los libros de Fitzgerald y conocerlos de
memoria, pero no entendes lo que pasa en un lugar determinado. Ser un tonto
para vivir. Parece que Dylan escribió la canción como una suerte de venganza
contra un periodista que lo acribillaba con preguntas maliciosas en un estilo
camaleónico siempre amparado en la moralidad y las buenas formas. Hay canciones
de Dylan que parecen ser palos que se nos pegan a los ojos, preguntas demasiado
frontales como para hacernos los boludos. “Cuando no tenes nada/ no tenes nada
que perder”, esas líneas de Like a
Rolling Stone siempre me movilizaron.
Es que es necesario escuchar esa voz para ponerse en marcha. Calzarse el
traje invisible del desapego y atravesar la ciudad. Mejor así, que permanezca
lo verdaderamente vivo, bailando frente al espejo sucio de lo real, y que todo
lo demás se pierda por una rejilla inmensa, para recuperar un instante de
libertad.
jueves, 21 de julio de 2016
Miguel Abuelo Et Nada (1975): los riesgos de arder, por Joaquin Rodriguez
Mientras en la Argentina se sucedían gobiernos dictatoriales y la juventud comenzaba a alzar su grito iracundo, algunas de sus mentes más brillantes vagaban por el mundo en busca de una brisa libertina que refresque tan asfixiante contexto. Ese fue el caso del poeta y músico Miguel Abuelo, un muchachito errante que en el amanecer de 1972 se encontró en las calles parisinas intentando sobrevivir a la vorágine consumista. Fue allí que dio con el productor Moshe Naim, quien, impactado por el talento de Abuelo, le propuso realizar una grabación con la loca idea de que esta pasaría a la historia. El disco se cocinó con una banda de músicos argentinos en 1973 bajo el nombre de “Miguel Abuelo Et Nada”. Sin embargo, los anhelos de fama de Naim volaron por los aires, ya que la placa tardó dos años en salir y, actualmente, apenas sobrevive gracias a la digitalización de su contenido.
El álbum está compuesto por siete canciones, todas dotadas de una bella y profunda poesía propia de una pluma como la de Miguel. Paisajes primaverales, campiñas verdes e imágenes campestres son algunas de las figuras que el músico dibuja. Para ello recorre senderos que, sin saberlo, estaba abriendo junto con un tal Luis Alberto Spinetta; esto se hace evidente en canciones como “Estoy aquí, parado, sentado y acostado”, “El largo día de vivir” o “Recala sabido forastero” que, a su vez, remiten a las primeras etapas de Genesis. Otros temas, en cambio, son propios de una versión latina de Led Zeppelin en la que el cantor demuestra una inmensa virtud técnica con su voz. Cabe destacar “Tirando piedras al río”, una apertura virulenta que golpea directo al pecho y en la que el guitarrista Daniel Sbarra se luce con un solo descomunal.
La aventura del artista lo alejaría en los próximos años de la Ciudad de las Luces y lo traería nuevamente al país para recorrer aquellos sótanos de los que había exiliado tiempo atrás. Su vida fue corta pero intensa; fugaz, pero ardorosa. La década de los 80’ lo esperaba con sus queridos Abuelos, una nueva era musical y artística para aquel joven que había crecido y que, si bien no pudo sobreponerse físicamente a su enfermedad, ya había ganado la batalla histórica por trascender…
"Yo soy un minero
mi meta es el oro
lo encuentro en los pliegues
de cualquier latir"
martes, 19 de julio de 2016
El último verano, por Javier Fernández Paupy
Alguien en la vereda del mercado
chino dispara frases incoherentes y los perros de la cuadra en su desnudez a
ladrido limpio le contestan pero nadie escucha a los grillos cuando las
palmeras en el bulevar toman aire y la juventud abandonada de un cartel refleja
un brillo de porcelana sobre la calle que alguna vez fue bulliciosa y comercial
pero ahora se desfonda abajo de unas nubes entre el silencio de las palmeras
que tiemblan al viento. ¿Ves ese verdulero que está rodeado de chinos y tiene
moscas alrededor como si acompañaran su sombra? Espantó a la novia de Xu Lin
diciéndole obscenidades relacionadas con el imaginario de las frutas. Después
está la chica que atiende la fiambrería y el hermano de Xu que fuma indolente
en la esquina mientras las horas pasan, ese es un roto total, sucio y
carcomido. A esta hora un sol de mierda, pálido, áspero, triste, infecto y
vacío entra en la habitación de Xu Lin que lleva una taza de sopa fría a la
cama delante del televisor encendido. No tiene hambre y se estaciona enfrente
de la ventana de su habitación de papel de arroz para tratar de escuchar los
ruidos que vienen de la calle. No mucho después, Xu Lin calca una imagen de su
amor por Lai tan nítida que si hoy pudiera ser mañana ellos la verían tal como
él la vio al dibujarla esa tarde de verano. Su padre también perdió a su padre
cuando era joven y él tampoco pudo hablar de eso con él. Xu Lin ganaba bien
haciendo mal lo que hacía en el supermercado de su familia ancestral. Pero un
tonto y su dinero no están mucho tiempo juntos. La multitud hipócrita pasaba
como el esplendor blindado de los años y el mundo seguía ahí con sus
mitológicos dramas. Pero nada de eso podía importar a Xu Lin que en los límites
de lo imposible, entre las costumbres de compraventa de un día cualquiera,
pensaba con amor en Lai Gengmei y en las grandes y extrañas
novedades que ese deseo podía traer a su vida.
domingo, 17 de julio de 2016
Ropa vieja, por Romina Ramos
el problema es justamente la esperanza,
y todavía pienso que podría ser todo distinto.
hago balances de fin de año
(la que se fue y ya no hay cómo llamar, ni cómo dejar de llamar;
la valija que pude deshacer
después de dos años;
el deja vu; el vaivén; los espejos.
me niego a decir
que los momentos más hermosos
hayan sido de películas o música.
me niego a decir que estuve sola
tratando de buscar dónde ponerme
todo el tiempo.
me niego a decirte lo que había en el mundo
después del fin del mundo,
que en todo el mundo no había más
que el fin del mundo, no lo voy a decir.
tengo esperanza).
todavía no sé
en qué se transforma
lo que se pierde.
de chica bailaba y cantaba a los gritos.
en qué parte eso en este tararear,
susurrar las mismas partes de memoria.
el ser sin rodeos, dónde.
querías vivir en una isla, sola,
"plenamente sola,"
pero la plenitud siempre fue algo diferente,
no se queda quieta,
vas a buscarla,
llegás tarde,
le pisás los talones,
quedás varado ahí.
tu vagón se suelta, estás en el centro
de un círculo en la tierra que dejó la carpa de un circo
que ahora estará llegando a otro país,
nadie supo bien qué nos pasó.
no podríamos decirlo, fue una sucesión de cosas.
el tiempo.
su trabajo, no el mío.
me desvelé a los 25, 20 años,
creo que no volví a descansar nunca.
ahora la sensación de desajuste
es más real, pero todavía podría ir a buscarla.
salir de nuevo, traslasierra,
esperar que amaine,
otra mudanza,
sembrar en el patio,
que la gata aprenda a cazar las perdices,
que las comamos juntas,
o dejar que me toques
hasta erizarme
y volver a creer
que el futuro es algo que funciona,
inevitablemente,
entre tomar la mano que se estira
o seguir mirando la intemperie
como a la espera de una flauta que se toca sola
con el viento,
y que eso sea todo
-y también lo demás.
el milagro
acaso es una decisión,
no un darse cuenta.
tiro la monedas: "la verdad interior."
cuando abrí las manos no había nada.
no sé lo que quería yo
además de las ventanas,
que el viento me tocara como a un instrumento
de belleza.
cantar a los gritos.
"el deseo es la recarga de una huella
de una supuesta satisfacción original".
ya no sé
cuántas veces pedí disculpas.
todavía pienso en vos
como mi única casa,
pero no era de vos que quería irme.
quería soltarme como si bastara
para rebasar el límite que no se puede rebasar,
el mar parecía una cosa tibia y tan maravillosa,
pero también el mar era mentira.
qué vamos a hacer ahora.
no sé si hay cómo restaurarle lo real.
cuando pienso en volver
me refiero a volver a una circunstancia anterior
a que se empezaran a manchar todas las cosas.
ya no hay naturaleza virgen.
cada centímetro cúbico de aire,
de tierra, de agua, todavía
guarda la marca
de nuestra tosca huella.
*
lo que dejan las olas: un ligero
amor por Neville, morirse de ternura
de todo lo que él ama
sin tocar –unos muchachos
riendo en la cubierta
de algún barco, el viaje de Percival–
si pudiéramos nosotros
desear así la India en equilibrio, amar el tronco
de su torso suave,
“suave y pulido como un gato”, Neville.
nadie merece lo que sueña
(“prefiero ser amado”): dejar caer el libro,
acariciarse hasta la súplica,
que él no te quiera.
¿se puede tener celos de alguien que no existe?
los fantasmas se sienten
como un viento o más suave
o más huracanado
que el mismísimo amor
soltado al aire, como un globo
de helio, con una notita
para el hombre de la luna. despertarse
es a esperar una respuesta.
amor por Neville, morirse de ternura
de todo lo que él ama
sin tocar –unos muchachos
riendo en la cubierta
de algún barco, el viaje de Percival–
si pudiéramos nosotros
desear así la India en equilibrio, amar el tronco
de su torso suave,
“suave y pulido como un gato”, Neville.
nadie merece lo que sueña
(“prefiero ser amado”): dejar caer el libro,
acariciarse hasta la súplica,
que él no te quiera.
¿se puede tener celos de alguien que no existe?
los fantasmas se sienten
como un viento o más suave
o más huracanado
que el mismísimo amor
soltado al aire, como un globo
de helio, con una notita
para el hombre de la luna. despertarse
es a esperar una respuesta.
*
¿Notás que a veces suena el corazón un poco a hueco?
Nada le sorprende, nada le choca.
Se tiene la impresión de que ha pasado por un túnel
y ha salido algo húmedo, algo ajado, como un hombre
que ha pasado la noche entera en un velorio. Y era falso
que hubiera una soledad donde encontrarse. Al final
siempre está el otro, prohibido siempre:
escuchar hablar a alguien en sueños, entrar a ver su cine mudo:
si hubiera cómo abrir la puerta hasta ese limbo. No la hay.
Y todo lo demás es la impostura (cada uno
reproduce al infinito su propio mecanismo.
-¿me decís cuál es el mío?)
¿Empezamos a callarnos por vergüenza
de empezar a repetirnos?
Si pudiera elegir dar o no dar con esa llave, y abrir.
Yo te abriría. Yo tomaría mi vida
y la pondría entera en tus manos, te diría:
"tomá, esta es mi vida.”
Nada le sorprende, nada le choca.
Se tiene la impresión de que ha pasado por un túnel
y ha salido algo húmedo, algo ajado, como un hombre
que ha pasado la noche entera en un velorio. Y era falso
que hubiera una soledad donde encontrarse. Al final
siempre está el otro, prohibido siempre:
escuchar hablar a alguien en sueños, entrar a ver su cine mudo:
si hubiera cómo abrir la puerta hasta ese limbo. No la hay.
Y todo lo demás es la impostura (cada uno
reproduce al infinito su propio mecanismo.
-¿me decís cuál es el mío?)
¿Empezamos a callarnos por vergüenza
de empezar a repetirnos?
Si pudiera elegir dar o no dar con esa llave, y abrir.
Yo te abriría. Yo tomaría mi vida
y la pondría entera en tus manos, te diría:
"tomá, esta es mi vida.”
jueves, 14 de julio de 2016
Lou Reed - New York (1989): el regreso de la musa, por Joaquin Rodriguez
En 1989 el mundo se encaminaba hacia una reconfiguración brutal. La caída del bipolarismo y la creciente epidemia de HIV eran dos de los factores que marcaban el pulso de los días. Para entonces, algunos de sus escribas vaticinaban “el fin de la historia”; otros, en cambio, salían a la caza de leyendas de suburbio y miserias clandestinas. Ese fue el caso de Lou Reed, que ese año lanzó “New York”, un álbum signado por el regreso del poeta a la musa corrupta, su querida urbe predilecta.
La placa fue bien recibida por la crítica y los fans, quienes la calificaron como un regreso encubierto de “The Velvet Underground” debido a su sonido crudo, similar al del mítico grupo, pero ahora aggiornado a los nuevos tiempos. A lo largo de los 14 temas, se destacan canciones cortas, guitarras distorsionadas y la aterciopelada voz del trovador, que se pasea entre susurros y narraciones de historias sucias propias de una metrópoli como Nueva York. La heroína, los barrios bajos y los amores tortuosos son algunas de las temáticas que Reed aborda con la misma prosa que lo ha caracterizado a lo largo de su carrera. Como dato de color, basta contar que el disco comienza con “Romeo had Juliette”, una adaptación de la historia de Shakespeare llevada a los suburbios de Manhattan, lejos del glamour renacentista y cerca de las pipas de crack y la muerte.
En síntesis, se trata de uno de los mejores momentos del músico, quien por entonces se definía a si mismo como el “animal más genuino del rock and roll”. Una labor discográfica que no debe faltar en las bateas de los amantes del cuero y una de las últimas travesuras de aquel hombre que una mañana del 2013 se despidió dejando al mundo como un lugar más frío e inhóspito…
miércoles, 13 de julio de 2016
Marcelo Cohen: "dosis de evasión", por Federico Morales
Una larga estadía en los remansos que Dárgelos traza para su
universo sónico y un inagotable tráfico de información que desde hace años establecemos
con mi amigo Marco Castagna, me terminaron arrastrando hacia la figura de
Cohen. Personaje de nuestra literatura que hasta entonces era un ignoto para
mí, pero que al establecer el primer contacto supe inmediatamente que desde
hacía tiempo lo estaba buscando.
La primera lectura tuvo la fuerza de un shock. Algo se había
conmovido por dentro. Sobre la piel se derramaba la sensación fresca de algo
nuevo.
Recuerdo claramente una melodía sonando de fondo en mi cabeza
a medida que leía esas primeras líneas de lenguaje musicalizado con las que
abre su emblemática novela “El testamento
de O´Jaral”. Un vasto y misterioso universo iba proyectándose en el interior
de ese párrafo inaugural:
“Al principio había un
llano, y una leve claridad de otoño, y una vía, una sola, que cruzaba la
distancia sin revelar dirección ni sentido. A cada lado del terraplén se
extendía la misma intemperie vaporosa, menos verde que azulada…”.
La sucesión de palabras parecía respetar el ritmo establecido
por una invisible partitura, y ellas, las palabras, guardaban el dulce aroma de una
melodía.
Luego vendrían “El oído
absoluto”,“Algo más”, los “Cuentos completos”, y con ellos terminé
de resolver una sospecha (¿un enigma?) que me acechaba desde aquel comienzo con
O´ Jaral. Descubrí que indudablemente
Cohen utiliza la literatura para sumergirnos dentro de una fantástica y
singular inventiva, donde nos estimula a los lectores a una fuga, a un escape
proporcionado por cápsulas que suministran pequeñas dosis de evasión.
Quien penetra el plano Cohen dará con historias que se desarrollan
en un contexto atravesado por organismos de control, instituciones que opacan
la existencia, burocracias de la vida posmoderna, realidades dictadas por
especialistas de lo superfluo, paisajes de urbes que representan un futuro que
ya está entre nosotros, personajes que se encuentran perdidos dentro de una
espiral interminable.
Su narrativa es un cable que transmite frecuencias que vienen
a atentar contra el tedio que pretende enseñorearse de los días, esos que
muchas veces son reducidos a largos interregnos de acedia.
martes, 12 de julio de 2016
Bukowski - the luck of the word
la suerte de la palabra
a lo largo de los años
recibí cartas
de hombres
que dicen
que leer mis
libros
los ayudó
a soportar,
y a seguir.
este es un alto elogio
efectivamente
y yo sé lo que
quieren decir:
mi coraje para
seguir fue gracias
a la lectura de
Fante, Dostoevsky,
Lawrence, Celine, Hamsun
y otros.
La palabra
cruda sobre la página,
las similitudes de
nuestros infiernos,
cuando todo llega con
especial
fuerza,
esas palabras y
lo que dicen
ayudan
a que pasemos nuestros culos
a través del fuego.
un buen libro
puede hacer
una casi
imposible
existencia,
vivible
para el lector
y
el escritor.
the luck of the word: throughout the years/ I have gotten letters/ from men/ who say/ that reading my/ books/ has helped them/ get through,/ go on.// this is high praise/ indeed/ and I know what/ they mean:/ my nerve to go/ on was helped/ by reading/ Fante, Dostoevsky,/ Lawrence, Celine, Hamsun/ and others.// The word/ raw on the page,/ the similarities of/ our hells,/ when it all comes/ through with/ special/ force,/ those words and/ what they speak/ of/ do help/ get our asses/ through the/ fire.// a good book/ can make an almost/ impossible/ existance,/ liveable// for the reader/ and/ the writer.
Charles Bukowski: Betting on the Muse: Poems & Stories, (1996)
Traducción: Javier Fernández Paupy
Ilustración: Robert Crumb
lunes, 11 de julio de 2016
Steppenwolf (1968): blues, lisergia y distorsión, por Joaquin Rodriguez
La álgida década de los sesenta no fue una más en la vida de los EE.UU.. La Guerra de Vietnam, el devenir del movimiento hippie y las luchas por las reivindicaciones de las minorías fueron algunos de los factores que acrecentaron el torbellino social en el país. De ese caldo de cultivo en ebullición y desde uno de sus bastiones más resistentes (California) surgió Steppenwolf, un quinteto con marcadas influencias del rythm and blues que inyectó una cuota de adrenalina a su obra a través de la inclusión de una distorsión y agresividad poco usuales para el momento.
En 1968 el grupo dio a conocer su primer álbum, titulado de manera homónima a la banda. La placa está conformada por once canciones en las que se hallan marcados paralelismos con The Doors o The Zombies en cuanto a sus tintes psicodélicos, pero con una búsqueda más visceral, al estilo de la que pretendían los Rolling Stones o The Who del otro lado del charco.
Quizás sea “swing” el término que resume con precisión el viaje que propone la banda. Es destacable la labor del vocalista John Kay, quien obsequia destellos magistrales a través de su aguardentosa voz; una impronta difícil de roer. Entre los 50 minutos musicales, se destacan “Sookie Sookie”, “Hoochie Koochie Man”, cover del clásico de Muddie Waters, “The Pusher” y, por supuesto, el tema que los catapultó a la fama: “Born to be wild”, parte de la banda sonora de la película “Easy Rider” e himno contracultural de las almas que solo bregan por vagar un poco más entre las polvorientas rutas del mundo.
Con este trabajo discográfico, Steppenwolf se hizo un lugar en la creciente escena californiana y brindó una cuota invaluable al asentamiento del género. Sin embargo, más importante aún fue su aporte a la filosofía rockera: se nace para ser salvaje.
domingo, 10 de julio de 2016
Pappo's Blues Volumen III: Sucio y Desprolijo, por Joaquin Rodriguez
Si hay un disco que condensa la densidad y agresividad de los años 70’s, ese es Pappo’s Blues Volumen III. Una placa en la que el virtuoso y por entonces joven guitarrista Noberto Napolitano se desenvuelve de manera magistral fundiéndose en una formidable alquimia junto con el bajista Machi Ruffino y el baterista Luis “Pomo” Lorenzo, quienes luego abandonarían el trío para engrosar las filas de Invisible en compañía de un tal Luis Alberto Spinetta.
En un contexto represivo, de inquietud social y política (recién ese año el peronismo volvió a participar en las elecciones), el Carpo logró canalizar la furia reinante entre la juventud de la época con melodías ásperas y veloces que obligan a reconocerlo como uno de los grandes exponentes del rock duro argentino.
La obra está compuesta de apenas nueve canciones, en su mayoría dotadas de riffs demenciales, letras que remiten a paisajes urbanos y viajes mentales de alto calibre. Asimismo, se palpa el fantasma blusero que recorre de punta a punta los temas y que forja paralelismos con bandas foráneas como Cream, Led Zeppelin y Deep Purple.
I Still Do (2016) - Eric Clapton, por Joaquin Rodriguez
1969. El sol comienza a posarse sobre los tinglados de la Londres fabril. La capital del reino toma pulso lentamente mientras lores y comunes llegan al Parlamento. En una zona suburbana, una pared amanece corrompida por el paso de las tribus urbanas constituidas por jóvenes hijos de una guerra ajena que bailan al ritmo del blues. La proclama reza “Clapton is God”. Al calor de la historia y en vistas de lo sucedido, es innegable el carácter premonitorio de aquel tatuaje vandálico que endiosaba al por entonces adolescente Eric Clapton.
Pasó casi medio siglo desde gesto callejero y, a sus 71 años, nuestra deidad corrupta muestra su faceta más humana batiéndose a duelo con la cólera. Sin embargo, Eric aún dibuja al óleo con su pincel de emociones; y eso es “I Still Do”, su más reciente y tal vez último álbum. Un disco completo y exquisito, dotado de doce canciones en la sintonía que siempre caracterizó a Slowhand. Bluses clásicos de una belleza singular, cálidos climas de otoño por la tarde y la sentida sensación del tacto con la madera ante cada caricia que el guitarrista propina. El éxtasis es “Spiral”, la cuarta canción del álbum; una emotiva oda fraseada, sutil con la guitarra y aullando con la voz: un tono desgarrador pero no menos erótico, en el que parece confesarnos que aún puede hacer lo que ama.
La placa es una verdadera invitación a sumergirse en un paseo por las experiencias del autor; una oda a la madurez de un músico que se enfrentó mano a mano con las adicciones, la tragedia, el desamor y que, actualmente lo hace con la enfermedad. Una vida dura y apesadumbrada pero que parece encontrar recompensa en los lugares más elevados de la perfección musical. Quizás solo así se aprende el blues…
sábado, 9 de julio de 2016
Manifiesto Bohemio
Todos los comienzos son posibles, todas las voces se pueden instalar en el centro del desierto y gritar su verdad. Su maldita y despiadada verdad. Así lo hizo Rimbaud, al final de su vida. Pero hubo un comienzo. Y en ese comienzo de viaje, Arthur Rimbaud dejó su pueblo, su infancia chica para conquistar la inmortal y eterna capital francesa. A esos artistas pobres de provincias que daban todo por ser reconocidos en una ciudad inmensa se los denomino “bohemios”. Más adelante en el tiempo, y en los Estados Unidos de los sesenta: Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Dylan. La experiencia rebotaba de un lado para el otro del mapa, pero siempre se asociaba a esos artistas pobres, que se embarcaban en una apuesta oscura y demencial, para dinamitar la mansedumbre cotidiana.
Jim Morrison vivió una vida al palo y pasó sus últimos días en Paris, paseando con un barbijo, un cuaderno con poemas y las instrucciones nunca obedecidas de dejar de beber. Visitaba cementerios.
John Lennon viajó a la India y protestó contra todo tipo de esclavitud. Tocaba la guitarra con una barba de náufrago y con un amor devocional. En habitaciones de hotel. Algunas fotos lo retratan. John Lennon y Yoko Ono quizá fueron el símbolo del sueño del amor, de ese verano del amor y de su final apresurado y terrible. Una vuelta de página llena de sangre.
Bukowski, aunque no perteneció a ningún grupo y se mantuvo toda su vida como un desertor siempre fiel a sí mismo, fue a su modo un bohemio. En el rock local Charly García abrió el camino por el que transitaron Fito Paéz, Andrés Calamaro, Los Redonditos de Ricota, y el espíritu del rock que amenaza con apagarse pero que no se desvanece.
Nuestra “Bohemia” llega en una época dura, en la que los jóvenes se refugian en sus cuartos a escuchar discos y leer libros, la vida pública parece estar cada vez más monitoreada, mientras que los medios proveen gratis la inyección letal de la paranoia. Sin embargo, todavía se escucha el rumor de la música nocturna de los bares y el llanto de la revolución. La fibra íntima de la gente que late no está apagada, se revuelve en un mar de risa, asco y pánico y le hace una mueca burlona a la época.
La intención es reunir experiencias: poetas, dibujantes, escritores, músicos, cineastas, escultores, fotógrafos, cronistas del asfalto. Se trata de caminar juntos por la intemperie, bailar alrededor del fuego que reúne todo lo que las instituciones no pudieron reunir. En la búsqueda de recorrer rutas y desiertos en sueños robados durante el viaje, con la ilusión continúa de cruzar el río y descubrir qué había del otro lado.
Como resultado del encuentro entre dos entusiastas del verso, la poesía de Bukowski, los discos de Andrés Calamaro y el disfrute de la música, la cerveza y las intenciones de llevar lo más lejos posible la camaradería del arte bohemio surgió “Bohemia”. La alquimia perfecta (o perfectamente imperfecta) aguarda en algún lugar inesperado entre ustedes y nosotros. Hacía allí vamos sin prisa pero sin pausa. Y con esta actitud nos preparamos para lo que vendrá. A la espera de que muchos bohemios & bohemias se sumen en esta aventura que ya comenzó.