domingo, 7 de agosto de 2016

Música para mandrágoras, por Santiago Armando




Terminé con la Sorga el sábado, me repugna haber escrito ese libro morboso. Tenía que inventar, de nuevo, ya me rompe un poco los huevos inventar, es medio verso lo de inventar, y salió eso, lo de improvisar puede ser más solemne, el verso digo, miren como terminó Coltrane con esa “sublime” solemnidad, A Love Supreme, todo eso espiritual y se caga muriendo de cirrosis y ahora le están por cerrar la iglesia en San Francisco, qué querés que le haga, para mí Coltrane se terminó en el quarteto, que ya hacía mucho bochinche, si estás tranquilo ponés el Village Vanguard o el Birland y te duran dos segundos, y Eric Dolphy con el clarinete bajo le salva las papas, Miles dice en su autobiografía que al final McCoy azotaba las teclas, punching the keys dice, para escuchar un clarinete bajo hubo que esperar veinte años a Marcus Miller en Siesta.
Y todo esto la verdad, lo que me hace hablar, el sonido digital por ejemplo, de los discos nuevos, la voluptuosidad, el tenor del sonido digital se lleva todo el aire que corre como si no hubiera, como si tocaran al vacío, al aire me refiero, por ejemplo en el tecleo de Walter Gieseking en los preludios de Debussy. Hace mil mi hermano me trajo una compilación de Coltrane en vivo, toda inflada, horrible, no corre aire, en el último disco de Spinetta Un mañana tampoco. Una vez escuché el injerto de guitarras nuevas que le hicieron a unas grabaciones de Gardel, los imbéciles.
 Invoquemos al sobantra:
—Oba, Oba, Soboba en el Sabatini lluvioso muy frío.
— ¿Por qué me encierra la vida en una casa con losa radiante y ventanas herméticas?                 
—Sobad, hijo mío, sobadla agradecido.
—Hago dieta, tomo agua, casi no ingiero carne.
—Sorbe, y soba.
Abro la ventana. Un refucilo de aire se lleva el pedo de la frente.
Termina el disco de Spinetta, pían gorriones, paró la lluvia.
El techo gotea espaciadamente. Los pájaros, más animados, cantan.

Pongo Extraordinary Machine de Fiona Apple. Anda mal por un tipo dice, y se recompone sola, y las conclusiones las canta con la voz en vilo, y volviendo a su registro se da fuerza. Es hermoso, es del 2005, lo escuché por primera vez en cataratas que la Pollock lo puso en el Stand y cuando vio que me emocionaba me lo grabó, después lo encontré en ElAteneo de Jurabildo. Ella también es hermosa, Fiona— Pamela se deformó. Antes, en el laburo, al verla se me paraba, tenía una cinturita alegre y un pavito divino—. Se expresa con cambios de voz descarnados, todo el tiempo cambia la voz, no como estos pasteurizados de ahora. No espera, está una fracción antes, acechando el ritmo, la música se tensa, encima, vidente, dramática, resentida, se da fuerza, se mofa de sus pasadas esperanzas.” I think he let me down when he didn’t dissapoint me” histérica, ahora quiere al tipo de vuelta. Vive en Texas, hace unos años suspendió una gira que incluía a la Argentina porque se le estaba por morir el perro. Puede cantar con un set de brass, le da.. En una canción la banda por momentos por acompañarla hace un reggae medio carroza, cosa que le puede pasar a los solistas, a Miles le pasó en Tutu, igual zafa, no dura nada porque la música cambia todo el tiempo.
Y qué bosta los Great American Songbooks de Rod Stewart, más carroza imposible, la voz pedorra, impostada, la orquesta para cortarse los huevos. Hizo giras mundiales y la levantó en pala. Pocos cantantes pueden cantar con orquesta, hay que tener mucha fuerza, como Olga Guillot y Freddy Mercury que no cantaron con un set de brass porque hay que sermedio bajo, por decir el delirío musical de los bronces de Frank Sinatra.  A mamá le gusta Michael Bubblé, que se hace el choma, ningún cantante de ahora hace ese tipo de música yanqui en extinción, ponganlé una orquesta de negros de New Orleans. Cuenten, cuántos pueden cantar con una orquesta de vientos atrás.

Escuchador absoluto de Coltrane: Savino. Pero qué gusto Raúl Berón, “arrima tiempo” ese libro.Título Reynaldeano Salto de Mata,” Rey aldeano” me sugiere el corrector, lo saco, qué lindo es escribir sin corrector, a veces se captan letras que vienen con la respiración. A Viento del noroeste se la quiero regalar a mi consuegro.


“What wasted unconditional love! /on somebody, who doesn’t believe in this stuff” —Fiona.
“I miss that stupid” suspira, terminando el disco, Fiona. Pero falta Waltz, la última, que es para mearse de beatitud. De poder elegir una mujer, me quedaría con Fiona, pero qué baile que me pegaría.
La semana pasada me traje algunos de los discos de estudio que Miles Davis sacó con el sello Warner, Siesta, Tutu y Amandla, en ese orden descendente de gusto los pongo, producidos por Marcus Miller en los años 87 y 89, que aparecieron en Yenny, Made in Japan y a precio normal. También toca, Marcus Miller, mierda que toca el clarinete bajo de la marchita Kitt’s Kiss y Theme for Agustine al principio de Siesta, y el bajo, y toda esa aparatada ochentosa que es lo menos, lo que me interesa es escucharlo a él en sus últimos años, al Dark Magus, entre aparatos de última generación y músicos pibes de veintipico. Ahí está, tocando contra teclados, clarinetes bajos y castañuelas sintéticas, muy bicho, hacía lo que quería, de nuevo lejos de toda la zapada de su vida, las líneas melódicas vírgenes y todos alrededor, o atrás, pero abajo. De su autobiografía: “Todos esos músicos del carajo tocando y mi música flotando por encima”.

Los silencios de Miles en doo-bop.

Ay Iguazú, me leí la autobiografía de Miles en la pensión de esa vieja sucia con el mono encadenado en la puerta, un olor asqueroso, y la de Roland Kirk, y The World According to Garp. Cris nos veía con libros y nos decía que tanta energía veía en nosotros, pretendía que la usáramos para vender y vender más y más, Christian,el jefe de los promos. Hace una media hora lo saqué a él y a toda su familia de mi Facebook, y a todos los de Iguazú, me empecé a acordar de todas las que me hizo, por ejemplo cuando después de recibirlo en casa de mis padres en una visita a Buenos Aires y grabarle durante toda una tarde una pila de discos de Coltrane, las Piano Works de Debussy y las sinfonías de Beethoven por Von Karajan, se haya robado la caja, la hermosa edición alemana definitiva de la Deutsche Grammophon carísima de todas las sinfonías de Beethoven por la sinfónica de Berlín con Herbert Von Karajan me afanó, que era de mi hermana y cuidaba como un tesoro, y la reputísima madre que lo re mil parió. Encontré años después los discos y libritos internos tirados en el piso de su casa, los discos rayados, irrecuperables, cuando volví a Iguazú por última vez.
Una vez en el comedor de la casa de Cris, la primera de sus casas en Iguazú, no muy tarde después de comer pusimos Siesta, creo que estábamos fumados y bebíamos, la música me concentró en gozo al toque, tenía esa forma de tocar nueva, con sordina, se le escucha el aire sobrante por la mala embocadura de no practicar, Miles que ya estaba medio duro, medio del otro lado, casi veinte años después de Bitches Brew, que en ese momento las sesiones completas de Bitches Brew eran mi biblia, con Bitches me dormía todas las noches, lo pongo ahora y recuerdo la luz del equipo de música arriba de la mesa sin sillas de la pensión, con cargador para tres cd’s comprado en Ciudad del Este, me sobraba uno, porque las sesiones completas de Bitches son cuatro discos, y cada noche rotaba uno y me dormía bárbaro, y una vez fuimos todos al Cristal, el gran puterío que queda en la ruta hacia Foz do Iguaçuy me traje una puta a casa, Luisa, que era una diosa, dulce muy amorosa, y lo puse y le encantaba.” Deija, deija” me susurraba, metiéndome un dedo en el orto; otra vez me pareció ver un puma durmiendo debajo de la mesa sin sillas. Una vez se me apareció Miles, no recuerdo si fue una visión o un sueño, sentado en la oscuridad de una esquina del living de la casa que alquilamos después con mis cumpas, una imagen muy parecida a la tapa de Doo-Bop, y yo le miraba las manos.
Fuimos con Cris a Ciudad del Este y me traje una Jupiter de estudio, Cris tenía un saxo tenor Jupiter en ese tiempo, y me metí a clases con un sargento de la orquesta del ejército, muy práctico el tipo “Si aprende a solfear, puede tocar en cualquier lugar del mundo, siempre va a tener trabajo” Había músicos excelentes en el ejército y gendarmería que de noche tocaban en restaurantes y hoteles. Me hice amigo de otro saxofonista que me alentaba mucho y algo aprendí, algo llegamos a tocar, el casino de gendarmería quedaba frente a mi paradero y el muchacho se venía a tocar cuando yo llegaba de cataratas. Llevar las sesiones completas Bitches Brew a Iguazú, música insólita, selvas de sonido fantástico, que si bien tiene guitarra y rhodes parece acústica, se respiran esas densidades délficas en el ambiente gracias a esa calidad del sello Columbia y el productor Teo Macero—no como las grabaciones saturadas de ahora que es como si se hicieran al vacío— me subyugó como nunca esa música, durante años. Me sentaba en el jardín con el volumen bajo y las plantas, los palos de agua, me acompañaban atentos, les faltaba hablar, tan perceptibles como una persona vegetal. La noche de allá extraño, con el cansancio del día, y la trompeta bruja y esa música en el vapor bochornoso. Le regalé el box set a una mina que me entregaba un pavito precioso, después me arrepentí de dársela y la flaca me dijo jodete por boludo.

Flaca

Una vez escuchando el Village Vanguard de Coltrane fumado, tuve un mal viaje, en lo de Cris también, con la flaca, la música nos envolvía, era un cassette viejo saliendo de un grabador destartalado, empecé a temblar y nos tuvimos que ir, me prestaron un sweater de acrílico muy colorido que se terminó deshilachando y mi abuela lo volvió a coser y se lo devolví en mi siguiente vuelta. Volviendo a la casa la flaca me gastaba, se reía y agitaba los brazos como esos muñecos inflados por una bomba de aire en la puerta de los lavaderos que se veían hace algunos años y yo tétrico, y sin hablar nos fuimos a acostar y la flaca se me vino y yo la rechacé, se había calentado con Cris, ahí empezó una pesadilla que me duró años, esa noche, todo el quilombo de celos, la debacle de mi ignominia con la flaca, tan buena vida que llevaba se me cortó ahí, paranoia patente, inseguridades, miedos, toda esa mierda de fantasmas volvió de golpe, celos de su escritura, envidia literaria, amargura, odio, desconfianza de todos, una mierda paranoica que me marcó mucho tiempo, y para colmo toda esa semana con lluvia tropical y mucho frío y todos me chupaba un bledo menos la flaca que me miraba con tal desprecio en la intimidad pero mantenía las formas en el festejo de mi cumpleaños con un jean de corderoy negro que se me apetecía imposible,ya ni ganas le tenía, y la pija me empezó a aflojar. Al día siguiente la llevé a comer una pizza horrible a un boliche muerto en las siete esquinas, ya me había gastado todo ese sueldo suculento en llamadas telefónicas remises y boludeces, cuando vino finalmente a verme para mi cumpleaños (me trajo Zorba el griego y la música de la película de regalo) fuimos la primera noche a lo de Cris fumamos porro y nos cambió la película, se pudrió todo mal, para el carajo, y nos quedaban tres días juntos por delante que fueron una cagada, por suerte yo laburaba y ella se quedaba en la casa, o noaparecía por el parque, que yo supiera.

El vacío corre fílmico en el disco de Fripp & Brian Eno The Ecuatorial Stars, me llevo la oreja al ojo de cuerno y todos los gritos descarnados, morbosos, chillones, llorones, bolastristes contra eso que trata de abrir, clarear, van inflando el oído profundo, inflados como dos testículos de cobre como los paños térmicos de los satélites, me saco la oreja y sosteniéndola en el triángulo de los dedos de la mano, oreja horizontal con escroto debajo bien inflamado, los huevos grabadores colgando, alzándose aerostáticas las gónadas sondas, se elevan por encima del quilombo, del país, de los satélites, para siempre.




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