“Zatoichi”
es un film que pertenece a una saga de veinte películas sobre samuráis. En el
film de Kitano se narra la historia de un masajista que aparenta ser ciego para
poder “ver” mejor a las personas, y que posee un formidable manejo de la
espada. De forma simultánea se narra, también, la historia de dos geishas que
esperan en secreto para vengar un asunto del pasado. La historia de “Zatoichi”,
su llegada a un pueblo donde clanes someten a los ciudadanos a rigurosos
impuestos, y el mito que empieza a labrarse del “samurái ciego”, es lo que
conduce el hilo narrativo del film. Uno de los clanes más poderosos del pueblo
contrata a un samurái a sueldo para enfrentar a Zatoichi, que se perfila como
una amenaza para el orden instaurado. El samurái a sueldo, a su vez, necesita
dinero para pagarle a su esposa un tratamiento de salud. Es decir, que en el film
de Kitano, todos los personajes están sujetos a una especie de tributo o cuenta
que proviene del pasado, o de algún tipo de arraigo terrestre que necesitan pagar
con sangre, o con alguna actividad mundana, que los exponga al inmenso péndulo
trágico que se mueve sobre sus cabezas. Lo trágico se mezcla con elementos de
la picaresca, atributos cómicos que los personajes usan a su favor en la pelea
constante por sobrevivir.
El
pasado que regresa para vengarse, el arte de la espada, corazones puros que se
imponen con honor ante la lujuria de los tiranos, que intentan someter a los
demás con el pulso del dinero. Todo eso está en “Zatoichi” de Kitano, un film
que posee escenas impecables de combate: rápidas y limpias, con regueros de
sangre alucinados que se suspenden en el aire como humo rojo, o pedazos de tela
desarreglada.
Quizá,
la diferencia entre los corazones puros que se arrojan al campo de batalla, y
los que venden su alma al mejor postor, está en que en unos el arte de samurái es
redentor, y en otros este se traduce como condena.
En
ese sentido, “Zatoichi” establece dos bandos bien diferenciados, y no se
preocupa demasiado por complejizar la cuestión, como si Kitano supiera que la
diferencia estuvo allí desde siempre, y él solo tuviera que bosquejarla o
colorearla levemente al macar la línea divisoria.
Zatoichi
es una especie de trickster, que utiliza el engaño como una forma de obtener
información sobre el mundo, y sobre todo como una manera de enfrentar a la notable
maquinaria de los clanes. En el film, hay un personaje secundario muy
pintoresco, una suerte de Don Quijote- samurái, que es un muchacho que corre
alrededor de su casa vestido de samurái, convencido de que está en el medio del
campo de batalla. En ese sentido, Zatoichi se maneja sobre un plano de idealismo
que contrasta con su opuesto, el plano real, pero donde la ética está todo el
tiempo puesta a prueba, en un mundo en donde parece que la distancia entre el
bien y el mal es cada vez más corta…
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