Dylan
cantando “Ballad of a thin man” en No direction Home de Scorsese. Dylan canta
mientras el público lo abuchea. Se lo ve pálido. Canta con desapego, suelto,
fresco. Le dice “preacher” (predicador) a alguien que le grita que vuelva a
casa. Toma el micrófono con las dos manos y su voz suena como si estuviera
resfriado. Es que Dylan parece resfriado constantemente y nervioso, ansioso por
vivir y tener experiencias. Al final del video se lo ve durmiendo en la parte trasera
de un auto que avanza por la ruta mientras una de sus canciones suena en la
radio. El viaje siempre. El viaje como odisea. En “Ballad of a thin man” habla
sobre las muchas maneras de estar en una habitación. Es su versión libre de “La
carta robada” de Poe. Destapa la olla
con rabia. Podes haber leído todos los libros de Fitzgerald y conocerlos de
memoria, pero no entendes lo que pasa en un lugar determinado. Ser un tonto
para vivir. Parece que Dylan escribió la canción como una suerte de venganza
contra un periodista que lo acribillaba con preguntas maliciosas en un estilo
camaleónico siempre amparado en la moralidad y las buenas formas. Hay canciones
de Dylan que parecen ser palos que se nos pegan a los ojos, preguntas demasiado
frontales como para hacernos los boludos. “Cuando no tenes nada/ no tenes nada
que perder”, esas líneas de Like a
Rolling Stone siempre me movilizaron.
Es que es necesario escuchar esa voz para ponerse en marcha. Calzarse el
traje invisible del desapego y atravesar la ciudad. Mejor así, que permanezca
lo verdaderamente vivo, bailando frente al espejo sucio de lo real, y que todo
lo demás se pierda por una rejilla inmensa, para recuperar un instante de
libertad.
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