Mientras en la Argentina se sucedían gobiernos dictatoriales y la juventud comenzaba a alzar su grito iracundo, algunas de sus mentes más brillantes vagaban por el mundo en busca de una brisa libertina que refresque tan asfixiante contexto. Ese fue el caso del poeta y músico Miguel Abuelo, un muchachito errante que en el amanecer de 1972 se encontró en las calles parisinas intentando sobrevivir a la vorágine consumista. Fue allí que dio con el productor Moshe Naim, quien, impactado por el talento de Abuelo, le propuso realizar una grabación con la loca idea de que esta pasaría a la historia. El disco se cocinó con una banda de músicos argentinos en 1973 bajo el nombre de “Miguel Abuelo Et Nada”. Sin embargo, los anhelos de fama de Naim volaron por los aires, ya que la placa tardó dos años en salir y, actualmente, apenas sobrevive gracias a la digitalización de su contenido.
El álbum está compuesto por siete canciones, todas dotadas de una bella y profunda poesía propia de una pluma como la de Miguel. Paisajes primaverales, campiñas verdes e imágenes campestres son algunas de las figuras que el músico dibuja. Para ello recorre senderos que, sin saberlo, estaba abriendo junto con un tal Luis Alberto Spinetta; esto se hace evidente en canciones como “Estoy aquí, parado, sentado y acostado”, “El largo día de vivir” o “Recala sabido forastero” que, a su vez, remiten a las primeras etapas de Genesis. Otros temas, en cambio, son propios de una versión latina de Led Zeppelin en la que el cantor demuestra una inmensa virtud técnica con su voz. Cabe destacar “Tirando piedras al río”, una apertura virulenta que golpea directo al pecho y en la que el guitarrista Daniel Sbarra se luce con un solo descomunal.
La aventura del artista lo alejaría en los próximos años de la Ciudad de las Luces y lo traería nuevamente al país para recorrer aquellos sótanos de los que había exiliado tiempo atrás. Su vida fue corta pero intensa; fugaz, pero ardorosa. La década de los 80’ lo esperaba con sus queridos Abuelos, una nueva era musical y artística para aquel joven que había crecido y que, si bien no pudo sobreponerse físicamente a su enfermedad, ya había ganado la batalla histórica por trascender…
"Yo soy un minero
mi meta es el oro
lo encuentro en los pliegues
de cualquier latir"
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