Una larga estadía en los remansos que Dárgelos traza para su
universo sónico y un inagotable tráfico de información que desde hace años establecemos
con mi amigo Marco Castagna, me terminaron arrastrando hacia la figura de
Cohen. Personaje de nuestra literatura que hasta entonces era un ignoto para
mí, pero que al establecer el primer contacto supe inmediatamente que desde
hacía tiempo lo estaba buscando.
La primera lectura tuvo la fuerza de un shock. Algo se había
conmovido por dentro. Sobre la piel se derramaba la sensación fresca de algo
nuevo.
Recuerdo claramente una melodía sonando de fondo en mi cabeza
a medida que leía esas primeras líneas de lenguaje musicalizado con las que
abre su emblemática novela “El testamento
de O´Jaral”. Un vasto y misterioso universo iba proyectándose en el interior
de ese párrafo inaugural:
“Al principio había un
llano, y una leve claridad de otoño, y una vía, una sola, que cruzaba la
distancia sin revelar dirección ni sentido. A cada lado del terraplén se
extendía la misma intemperie vaporosa, menos verde que azulada…”.
La sucesión de palabras parecía respetar el ritmo establecido
por una invisible partitura, y ellas, las palabras, guardaban el dulce aroma de una
melodía.
Luego vendrían “El oído
absoluto”,“Algo más”, los “Cuentos completos”, y con ellos terminé
de resolver una sospecha (¿un enigma?) que me acechaba desde aquel comienzo con
O´ Jaral. Descubrí que indudablemente
Cohen utiliza la literatura para sumergirnos dentro de una fantástica y
singular inventiva, donde nos estimula a los lectores a una fuga, a un escape
proporcionado por cápsulas que suministran pequeñas dosis de evasión.
Quien penetra el plano Cohen dará con historias que se desarrollan
en un contexto atravesado por organismos de control, instituciones que opacan
la existencia, burocracias de la vida posmoderna, realidades dictadas por
especialistas de lo superfluo, paisajes de urbes que representan un futuro que
ya está entre nosotros, personajes que se encuentran perdidos dentro de una
espiral interminable.
Su narrativa es un cable que transmite frecuencias que vienen
a atentar contra el tedio que pretende enseñorearse de los días, esos que
muchas veces son reducidos a largos interregnos de acedia.
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