Todos los comienzos son posibles, todas las voces se pueden instalar en el centro del desierto y gritar su verdad. Su maldita y despiadada verdad. Así lo hizo Rimbaud, al final de su vida. Pero hubo un comienzo. Y en ese comienzo de viaje, Arthur Rimbaud dejó su pueblo, su infancia chica para conquistar la inmortal y eterna capital francesa. A esos artistas pobres de provincias que daban todo por ser reconocidos en una ciudad inmensa se los denomino “bohemios”. Más adelante en el tiempo, y en los Estados Unidos de los sesenta: Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Dylan. La experiencia rebotaba de un lado para el otro del mapa, pero siempre se asociaba a esos artistas pobres, que se embarcaban en una apuesta oscura y demencial, para dinamitar la mansedumbre cotidiana.
Jim Morrison vivió una vida al palo y pasó sus últimos días en Paris, paseando con un barbijo, un cuaderno con poemas y las instrucciones nunca obedecidas de dejar de beber. Visitaba cementerios.
John Lennon viajó a la India y protestó contra todo tipo de esclavitud. Tocaba la guitarra con una barba de náufrago y con un amor devocional. En habitaciones de hotel. Algunas fotos lo retratan. John Lennon y Yoko Ono quizá fueron el símbolo del sueño del amor, de ese verano del amor y de su final apresurado y terrible. Una vuelta de página llena de sangre.
Bukowski, aunque no perteneció a ningún grupo y se mantuvo toda su vida como un desertor siempre fiel a sí mismo, fue a su modo un bohemio. En el rock local Charly García abrió el camino por el que transitaron Fito Paéz, Andrés Calamaro, Los Redonditos de Ricota, y el espíritu del rock que amenaza con apagarse pero que no se desvanece.
Nuestra “Bohemia” llega en una época dura, en la que los jóvenes se refugian en sus cuartos a escuchar discos y leer libros, la vida pública parece estar cada vez más monitoreada, mientras que los medios proveen gratis la inyección letal de la paranoia. Sin embargo, todavía se escucha el rumor de la música nocturna de los bares y el llanto de la revolución. La fibra íntima de la gente que late no está apagada, se revuelve en un mar de risa, asco y pánico y le hace una mueca burlona a la época.
La intención es reunir experiencias: poetas, dibujantes, escritores, músicos, cineastas, escultores, fotógrafos, cronistas del asfalto. Se trata de caminar juntos por la intemperie, bailar alrededor del fuego que reúne todo lo que las instituciones no pudieron reunir. En la búsqueda de recorrer rutas y desiertos en sueños robados durante el viaje, con la ilusión continúa de cruzar el río y descubrir qué había del otro lado.
Como resultado del encuentro entre dos entusiastas del verso, la poesía de Bukowski, los discos de Andrés Calamaro y el disfrute de la música, la cerveza y las intenciones de llevar lo más lejos posible la camaradería del arte bohemio surgió “Bohemia”. La alquimia perfecta (o perfectamente imperfecta) aguarda en algún lugar inesperado entre ustedes y nosotros. Hacía allí vamos sin prisa pero sin pausa. Y con esta actitud nos preparamos para lo que vendrá. A la espera de que muchos bohemios & bohemias se sumen en esta aventura que ya comenzó.
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