lunes, 24 de julio de 2017

Un cuaderno con frases, por Javier Fernández Paupy



(Sobre Cuaderno del poema, de Gabriel Cortiñas: Palabras Amarillas, 2017) 



Este libro de Gabriel Cortiñas es una obra abierta porque como el I-Ching se puede abrir en cualquier parte y encontrar un sentido. Es un libro paranoico. Una suma de fragmentos. Su lectura supone una reflexión sobre el ritmo. Leo este libro por fuera de los encorsetamientos típicos de los géneros didácticos: ensayos, monografías y otras variantes del periodismo cultural. Lo leo como un libro que ensaya sin las limitaciones ni el sopor de lo estrictamente monográfico o el tedio ensayístico. Un libro escrito desde el  punto de vista de alguien que tiene práctica en un oficio. Un cuaderno de notas que piensa en el lenguaje y en sus efectos. Un libro que parece armado de frases sueltas, ideas en apariencia desordenadas o contrabandeadas desde anécdotas, comparaciones, observaciones. En su conjunto Cuaderno del poema parece formado por una extraña serie de extrapolaciones y digresiones, incluso divagaciones en el sentido de ideas que se desvían del asunto para encontrar distintas perspectivas. Porque el sentido es un efecto de perspectiva, parece decir Cortiñas en su Cuaderno. Es un libro original, no en el sentido de lo que es totalmente nuevo, sino de lo que es total y originariamente producto de uno mismo. Un libro que reflexiona sobre la vocación poética y sobre esa misteriosa ocupación del tiempo que es la lectura. Gabriel Cortiñas descubre un entramado que diseña en la línea histórica un sentido estético. Quizás porque busca en la semántica del poema más preguntas que respuestas. Porque lee como si leer fuera interrogar un texto, escuchar todas sus preguntas. Lee como si leer fuera indagar la sintaxis de la Historia. Cortiñas escribió un libro de impresiones. Un libro de variaciones. Sobre lo público y lo político. Y todos esos autores que circulan en su Cuaderno arman un mapa del poema de Gabriel Cortiñas desplegado en ideas sueltas. Su libro es el desglose de un gusto particular y una manera de leer, es decir, escuchar con los ojos. Por algo existe la ambigüedad, carozo del poema y del malentendido, porque el lenguaje habla de quien lo usa. «Por qué algunos se esmeran tanto en querer que el poema “se entienda”?» ¿A qué público está destinado Cuaderno del poema? No sé. Pero estoy seguro que no es un escrito hecho para la intimidad como engañosamente parece indicar su título. Y que todo lo que tiene de cuaderno, de diario, de bitácora, de literatura del yo –por decirlo con una etiqueta fácil– es solo una parte del tono que transita el libro. Porque cada una de las entradas de este libro carga de sentido la totalidad de sus observaciones. En alguna página leo esto: «Veinte años del momento en que alguien decide volarse la cabeza en el living de la casa de su hermano.» A eso me refería con lo de obra abierta.

Micropensamientos, por Paulo Manterola




Un bosque en la China, teatro del mundo, espejo de la vida. Nos cruzamos, nos volvemos a separar, nos sentamos. Nos perdemos los que nos encontramos. Nos roban un beso; en un suspiro, la vida. Que sí, que no. El mismo bosque, senderos que se bifurcan. Y esa chinita que no nos quiere contar.

En algún lugar del abasto, Luca pasa con anteojos de sol, para la gente que le da asco. Cerca, Gardel sonríe a los borrachos que le mean los pies de cera.

Mientras tanto, en la sala de internación, suena Julio Sosa en la radio a pilas. Se escucha hasta los pasillos. Mamá sube el volumen. Yo, mudo. El varón del tango calla sus pensamientos y el ruido del pulmón artificial de papá.



jueves, 29 de junio de 2017

“Un gin- meando- carne- viva- carburador- V8- dual- hijo- de- puta de Los Ángeles", por Dan Fante


SANTA MÓNICA

Luce como el océano mismo
pero es Santa Mónica —no el nirvana
sentado
entrecerrando los ojos al amanecer de un motel de 40 dólares por día
al lado del mar
todos los gastos pagos por la chica que ronca detrás de mí
que compró las bebidas de anoche
después leí algunas cosas de mis últimos diez años en un cuaderno
    manchado con vino
y
una vez más
tuve mucho éxito haciendo el papel de un escritor de verdad

mi mierda —notablemente— incluso suena como yo
antes de que perdiera mi musa
y me convirtiera en un desesperanzado idiota-desconocido-sin
   talento-retardado
de mierda
con un tren de carga que ruge a través de mi mente
persiguiendo la ridícula y perdida idea de la perfección literaria

Pero te advierto
soy como un Ford 1985 abollado
con un radiador arruinado,
un parabrisas agrietado,
y tres llantas lisas
yendo a toda velocidad por la 405

No trates de humillarme, de pasarme o engañarme
porque —mirá

cuando estoy acorralado
puedo escribir como un gin-meando-carne-viva-carburador-V8-
dual-hijo de puta

incluso en Los Ángeles









.

Conocí al más miserable
bastardo y hambriento gato
mientras estaba sentado con un libro
en un banco
fumando medio paquete de Luckies
en Venice Beach*

Me vio y se acercó
blanco
sucio
con un ojo verde
y otro ojo amarillo
y un corte fresco en su oído lleno de cicatrices

Enojado como un lobo herido
mantuvo su distancia
y su mirada decía, dame de comer o andáte a la mierda
el banco en el que estás es mi territorio

Lo que él no sabía era que yo también estaba desesperado
y loco
y lo que el vacío y la soledad y la rabia pueden hacerte cuando no
tenés más que dolor en tus bolsillos y tu casa es un Pontiac de 1978
reventado y estancado en un callejón al oeste de Los Ángeles y la
voz en tu mente está taladrándote y matándote aún más cada
día y te levantás y tomás más vino de pis de rata para protegerte
de una locura inmediata y dios se convierte en un tipo que aparece
del 7-11 ofreciéndote la miseria de otra maldita jarra y el miedo
es tu mejor sentimiento y el amor es muerte y todo tiempo es
muerte y hasta tus ojos apestan y tus tripas están hinchadas con
los gritos de aquellos a los que odiás y la única cordura real que
existe puede encontrarse en el pequeño milagro de meterse de
nuevo otro trago

Eso quiere decir que el gato blanco no supo que yo también
nnnnhabía sido cortado

con la misma tijera

la única diferencia entre nosotros
                                                  son diez años y una máquina de escribir


.



LOROS

Otra vez quebrado
y
descuidado
y con la esperanza de garronear un mes gratis en Malibú
descubrí que ahora hay loros silvestres que se reproducen en Point Dume
En Malibú

Grandes
verdes y ruidosos hijos de puta
riendo en lo alto de los árboles —siguiéndome por el camino en la tarde
de sol desde la autopista
charlando sin sentido como una orquesta de animado caos

Esta vez estoy volviendo a casa con todo lo que tengo en una bolsa de plástico
junto con mi máquina de escribir y mi gusto por la ginebra

Mamá abrió la puerta
y sonrió cuando me vio
y
esa noche nos reímos de los loros y hablamos incesantemente
acerca
de Dickens y Rupert Brooke y Millay
y de ese plomazo de T.S. Eliot

Y me fui a la habitación de invitados
borracho de gin gratis
triste por el fantasma desvanecido de mi padre
y agradeciendo a Jesús que había una persona con vida
que todavía iba a escuchar mis
pelotudeces












.


Cuando, a la edad de cuarenta y cinco años,
empecé a escribir seriamente,
había estado tres años sin beber alcohol
y finalmente podía sentarme solo en un cuarto sin un intento
   de suicidio

me puse un objetivo —una página al día
llegaba a la casa de mi mamá de la reunión del mediodía de
   Alcohólicos Anónimos
y escribía mi página diaria

buena, mala o indiferente

así es cómo empecé
una página al día
todo lo que tenía a mi nombre era mi rabia
y la vieja y temperamental Smith-Corona  portátil de mi padre

nada más —nada que perder
sin apartamento
sin perspectivas de trabajo
un pedazo de mierda de coche usado de siete cilindros
cincuenta dólares a la semana como limosna de mi mamá
y
mi imaginación
y
un deseo —de ser un buen escritor

ahora —once años después— nadie puede callarme











.


7-1-93

Por mucho tiempo existí
en la oscuridad
prefiriéndola

sin la necesidad de hablar mucho o desear amigos
fue fácil

cada atardecer llegaba y firmaba la salida, recogía mi taxi,
después seguía a la noche
para sentirme libre
desconectado

año tras año
a salvo en una nave espacial vagando
a través de barrios sin rostros ni nombres

la paz me sostuvo

así que pude aprender a sentirme separado del dolor y la necesidad y el juicio
y dejar que las mojadas y dulces calles chuparan mi mente limpia
como una amante

En esas miles de noches en Nueva York no fueron escritas grandes obras
ni se ganaron o perdieron fortunas
pero
mejor que nada
en soledad
conseguí ser salvado
rescatado

de una noche de dolor interminable











.



A Mark


Caminar sólo con palabras
y libros
como si fueran tus amigos
soñar los sueños de los santos anormales escritores muertos
que
vinieron antes que vos
y ahogaron el dolor de sus corazones puros
en tanques de gin
como un azotado
gato no querido

Abrazar al egoísmo
y al desempleo
fumar millones de cigarrillos sin filtro
y pegar tu culo desesperadamente
al peor borracho puto drogadicto
que estaría dispuesto a comerciar tus bolas en un instante de Nueva York
con el chico del final de la barra
de cara poceada
y
un billete de cincuenta dólares

No seas valiente
recordá que todos los hombres son tontos
y mentirosos
prisioneros sin alma de su propia necesidad manchada con sangre
y no perdones nada
Entonces tal vez un día
al igual que yo
con tus pies doloridos y tu cráneo abierto de la fiesta de la noche
anterior
vas a patear una caja
o dar vuelta una página
y encontrarte cara a cara
con
los ojos borrosos de dios













* Venice es un distrito de Los Ángeles, California.






Tomado de: Dan Fante, “Un gin -meando- carne- viva- carburador- V8- dual- hijo- de- puta de Los Ángeles: poemas recobrados 1983-2002”, Buenos Aires Poetry, 2015.  Traducción y notas: Juan Arabia.






martes, 6 de junio de 2017

Tomás, por Marco Castagna



 Un viento duro arrecia y forma hoyos de sal en la cara, agrietándola como la agrieta el tiempo, con un molde severo y adusto. Naciones de hormigas caminan por el borde de una construcción abandonada al costado del camino. El padre de Tomás recuerda que en ese paso de nivel un compañero de trabajo mató un ñandú persiguiéndolo durante una hora a los tiros por un camino de tierra y agitando una petaca de whisky por la ventanilla. Cuando lo tuvo a tiro le disparó y lo abandonó entre las piedras. Tomás se agita en el asiento del acompañante sintiéndose incómodo. Su padre le pide que se quede quieto, que no puede ser que se mueva tanto, le pregunta si tiene hormigas en el culo. La pregunta obviamente no es una pregunta. Tomás se mueve por última vez, se abrocha el cinturón de seguridad con miedo de estar moviéndose demasiado o de no poder hacerlo más y  se queda rígido en la última posición que encuentra su cuerpo como una pieza de ajedrez congelada. Todo esto a Tomás lo pone muy nervioso, y como es natural, le dan más ganas de moverse. Saber que no podés moverte puede llegar a ser tremendamente incómodo e insoportable. Es así como una persona puede silenciosamente comenzar a enloquecer o convertirse en secreto en artista. Por supuesto que todo es abstracto o hipotético, aunque esto último no tanto. En este momento Tomás tiembla pero intenta no demostrarlo. En momentos así él preferiría que el coche se estrellara y su padre sin cinturón de seguridad saliera despedido volando por los aires y lo pisara un ñandú. Cuando se anima, el chico observa a su padre por el espejo retrovisor y lo nota tenso, el rostro rojo y agrietado, alguien incapaz de comunicarse. A Tomás le hubiese gustado decir algo, algo como para descomprimir un poco el ambiente, pero no se animó o nunca supo qué decir. O tal vez sí, tal vez una forma extraordinaria y radical de sabiduría le hizo saber que no decir nada suele ser lo mejor en casos como este, porque es difícil sino imposible interpretar y además tratar de agradarle a un hombre como su padre. Mientras el coche avanza a los tumbos por caminos de polvo y piedra reduciendo levemente la velocidad antes de pasar por los puestos de seguridad o antes de llegar a los escasos peajes. El padre de Tomás mastica un chicle y Tomás estudia la mandíbula rígida de su padre, le parece la mandíbula de un dinosaurio de esos que le muestra su madre por las noches en los libros de ciencia. Estudiar arqueológicamente un objeto sabe Tomás te hace olvidar al menos provisoriamente del tiempo cuando no podés moverte ni tenés nada para decir.  Tener que permanecer quieto y expectante puede ser una tarea horrible e infinita. Como sea, de repente el Renault 12 blanco se detuvo delante de un paisaje extraño y que a Tomás se le antojó decididamente adulto: hombres con cascos amarillos y mameluco gris moviéndose de acá para allá, autos más modernos que los de su padre estacionados en una esquina y hombres de traje y maletín delante de los autos hablando por teléfono con cara de asunto serio e importante o más bien de alguien que  está recibiendo información sobre una enfermedad. Una tienda improvisada de la que salía humo y una señora corpulenta le gritó a alguien en el interior de la tienda que no podía verse. El sol se hundía como un limón viejo en el cielo. Tomás seguía rígido sobre el asiento y se hubiese quedado un rato más así, no quería bajar y exponer su vergüenza. Su padre le pidió que se saque el cinturón de seguridad y baje del auto. Antes de salir del auto, Tomás retiró una perilla de seguridad que tenía forma de dedo cortado o de gajo de naranja. Bajó y siguió a su padre por una superficie de piedras hasta llegar frente a unos hombres que fumaban delante de una máquina excavadora. Su padre intercambió unas palabras con los operarios y subió a Tomás por una escalera, que seguía casi paralizado y perplejo por el episodio del auto, y que prefería no moverse demasiado, pero su padre ahora se enojó porque él no se movía, y le dijo que se apure. El chico se puso todavía más nervioso y llegó rápido a la caja de mando de la máquina excavadora.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Tras los pasos de Limónov, por Camilo Oliveras







Carrére escribe un libro épico, como esas peleas de box que pasan a la historia porque uno de los peleadores aguantó como nadie y ganó el combate por puntos. Aguante. Tal vez un buen novelista sea eso*

Los héroes de Carrére son extraños: paranoicos, obsesivos, lúcidos, secos, amargos, dotados de una voluntad de hierro y un destino trágico.

El francés mete todo en su monumental Limónov, no se guarda nada. Estudia su personaje, lo desintegra, se mueve, entrevista gente y más gente, luego vuelve a armar el rompecabezas, lo deja reposar, lo destruye. Lo arma otra vez.

Si Dick es el héroe sedentario, Limónov es todo lo contrario. Tiene una fuerza  vital asombrosa.

El recorrido de Limónov es una sombra de la historia de Rusia, de su devenir, de sus arbitrariedades, de sus secuelas y la compleja voluntad popular.

Príncipe y mendigo. Limónov aprovecha cada experiencia y la exprime al máximo. Escritor punk político. Carreré cuenta su vida prodigiosamente.

¿Cuáles son los recursos de Carrére?

Referencias pop para traducir rápido la diferencia cultural con Rusia a un idioma universal, links permanentes entre la vida de Limónov y su propia vida, introducir los libros de Limónov en el libro, y una prosa directa, seca, honesta.

Carrére como un cronista permanente que todo lo registra.

Suspensión de la vida de los personajes para luego retomarlos, dominio del fragmento y la microvida. La salud de lo micro en lo macro.

Carrére es cronista por igual de la vida interior y exterior de su personaje.  












*Aunque Carrére es mucho más que eso. Ya lo demostró en la biografía de Philip K. Dick (“Yo estoy vivo, y ustedes están muertos”)

viernes, 19 de mayo de 2017

Un tesoro local, por Francisco Garamona





                                                                                                                                                                                                    En el torbellino de las mochilas
                                                                                       los ojos de la hormiga no perdonan
                                                                                           
                                                                                 

¿Qué puede cambiar una voz?

Porque escuchaste en la calle a la camioneta llegando con su motor prendido supiste que venían. Pero cuando saliste a recibirlos la camioneta ya estaba estacionada en el frente de la casa, con sus puertas abiertas que aún despedían calor. Ellos cruzaron el país para verte; solo para estar junto a vos. Si fueran el viento, éste habría llegado demasiado tarde, apagando la vela que ondeaba en tu cuarto de estudiante…Pero vos te precipitaste y fuiste bajando los escalones de dos en dos, de tres en tres, saltando de alegría. Llevaban barbas de choclo y hacían como que hablaban un lenguaje corporal que apenas creíste descifrar. ¿Qué puede cambiar una voz? Fue la consigna del festival de literatura al que te habían invitado. Y ahí te respondiste que todo lo podía cambiar salvo al pasado, que era como una máquina detenida en la maleza,  o como una locomotora que surcaba las vías con su luz parpadeante, hurgando en la tierra abierta.

J L C

Era una tarde ausente, ausente de sí misma, ya que si bien todavía era temprano, se estaba haciendo de noche. Pero yo quería otra cosa, decir los nombres de unas chicas que conocí en un viaje a Córdoba, poder hablar de ellas, después de tantos años de no verlas. Pensé en Laura, en Camila y en la pequeña Julia, que tenía una joroba en la espalda que siempre se la frotaban. “Da mucha suerte”, le decían. Y ella los miraba, con unos ojos vacíos que interrogaban la nada. Era una obra de arte abandonada en la playa, cuando íbamos todos a tomar el fresco del río. Julia estaba ahí, entre las rocas, con su malla celeste, y el pelo peinado para atrás, muy tirante, rematado en una cola de caballo. Con las nubes que proyectaban formas simples sobre nosotros. Y las atracciones a las que nos entregábamos. Y el deseo. Y el aburrimiento que.

Murmurando algo

Dije que había inmensos lagos planos en el alma de un niño. Era en metáforas, sí, pero de una guerra interna. Quise decir yo, pero preferí un él, o un nosotros cubierto de corteza. E ir hacia un monte donde la alegría brindara en sucesivos puntos otras coordenadas. Guijarros del amor. Piedras con formas vagamente humanas. Llegás a la simpatía pero sin la pastilla negra que surcó las sagas de un nuevo periodismo nimbado de misterio. Tiempo en que la vaguedad es la única forma posible del encuentro. Hola: anoche encontraron a un bebé adentro de una mochila cubierto con una toalla blanca. Cerca del alba pasamos por ahí raudos en el auto, veníamos de un bar donde la música no nos dejaba conversar. Así que salíamos a cada rato aprovechando para fumar en la vereda. La primera mañana, en que desperté después de una borrachera, miré los postigos cerrados de una pensión. ¿Fue en la calle Italia, no? No sé, pero lo que sí recuerdo eran las luces de unos autos que se perseguían rápido durante el sueño. Me hablabas, pero yo respondí con otras palabras, para decirte cualquier cosa. El indio vive en el poema.











Tomado de “Un tesoro local”, de Francisco Garamona, Ivan Rosado, 2015, Rosario, Argentina.