Empiece por llenar los pulmones. Procure cerrar los ojos y respirar hondamente. Algo así como si fuese a tragarse el universo en un sorbo profundo. Cuando sienta un cosquilleo en la garganta, un imperioso reclamo divino, exhale, devuélvale al cosmos lo que le pertenece. Ahora que se ha olvidado de todo para aprenderlo de nuevo, que ha pagado su deuda divina y que no tiene nada que no sea suyo (salvo el aire en sus pulmones) intente no volver a caer en las mismas elecciones demenciales. Recuerde: ni Dylan Thomas ni Rimbaud ni Baudelaire, debe solo leer a Whitman y a Whitman. Para aprender el arte oculto y sigiloso debe callar las voces del mal, de lo contrario perderá aire, paciencia y mudez. Debe construir un páramo, un hotel espacioso, retirado y con ventanales amplios, donde alojar el eco de sus pensamientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario