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miércoles, 14 de septiembre de 2016

Siempre es lo mismo, por Román Bay






Cada tanto alguien se anima a decir algo desde la antena de su propio corazón y no desde el estereotipo trillado de la máscara roquera con todas esas poses de reviente barrial perfectamente estudiadas en el espejo de sus baños. Hace poco salió Los regalos, de Federico Hoffmann. Está en bandcamp, se puede escuchar ahí. El compositor es alguien que se anima a decir esas emociones eternas: miedo, amor, gratitud, soledad, etc. pero intenta nuevas formas para emociones eternas y siempre actuales. El que se adentre en Los regalos va a encontrar una cita de J. D. Salinger, sin pedirle permiso a nadie, entre programaciones, guitarras eléctricas y coros. Hoffmann tienen una de las voces más poderosas y dulces del rock vernáculo. Y sus letras son poemas para cantar.

Prietto es otro artista innegable. Es cierto que canta con una inflexión en la voz parecida al gran Pity Alvarez. Por otra parte, Pity es uno de los poetas más grandes de nuestro país. Nadie podría negar la influencia y filiación entre Prietto viaja al cosmos con Mariano o Los espíritus y Manal. Pero Prietto tiene una obra sobre la que descansar. Un ramillete de discos con composiciones variadas y admirables. Y sobre todo el poema Prietto. Esas letras no tienen nada que envidiarle a la desvencijada lírica actual de los roqueros argentinos y su coro plañidero de plagiantes en formol.

El tucumano Patricio García, ex Los chicles, haga lo que haga lo va a hacer bien, porque es un artista, no solamente un músico con talento. Dios me ha dicho que ponga la bomba es su último disco y hace años que estoy esperando el próximo. Los conjunto, desde San Juan, tienen carisma, sin pose. Hacen un rock psicodélico inesperado. Hablan así: “Flashamos un misticismo barato porque es más fácil conseguir cerveza que ayahuasca.” Ellos están más cerca de Bukowski que Iván Noble, que se las da de bohemio y es un careta.

¿Qué pasa? ¿Ya no hay valor en la originalidad? ¿Dónde quedó en la escena roquera la voluntad de ruptura? Las mismas canciones que hablan de las mismas cosas con las mismas palabras. Siempre es lo mismo, nena; Pappo tenía razón. Borges dice que las emociones que genera la literatura quizás sean eternas, pero los medios para generarlas tienen que renovarse continuamente (“Las versiones homéricas”). El detalle parece una proeza de estilo para la gran mayoría de bandas en la soporífera actualidad de la escena argentina. El rock nacional no agoniza pero hace la plancha en una laguna de conformismo.

En la literatura también es comprobable esto que digo. Si alguien lee El túnel, de Ernesto Sabato, si alguien pierde su tiempo y lee Sabato, y además lo considera original, es porque no leyó El extranjero, de Camus. El lenguaje desafectado de Camus, sus frases cortas, la ausencia de motivación psicológica que presenta su personaje evidencia que Sabato le afanó a Camus la esencia de su novela. Sabato no inventó nada, copió a Camus. Leer a Alejandra Pizarnik sin haber leído a Antonio Porchia es leer ingenuamente a Pizarnik. Hay textos en prosa de Pizarnik que son pastiches del nonsense de Lewis Carroll, ejercicios de imitación o emulación. Por eso Rimbaud siempre va a ser original, porque él y Lautréamont inventaron algo que incluso hoy se sigue emulando. Son absolutamente modernos. Claro que leer la literatura desde escuelas o ismos en una idiotez de erudito. Pero hay una base. José Hernández no inventó la gauchesca. Si uno lee a Bartolomé Hidalgo o a Estanislao del Campo va a encontrar giros que aparecen en Hernández. Pero hay diferencias. La gauchesca con El gaucho Martín Fierro dio un salto. Hernández hizo algo con el género para que trascienda. Todos somos hijos de una generación, decía Osvaldo Lamborghini. Todos toman cosas de otros, pero algunos las estiran y hacen algo nuevo, otros solamente copian. No estudié Letras, pero me gusta leer y tengo gusto propio.

Charly García le leía por las mañanas la Odisea a su hijo, Migue. Fito tiene una deuda de amor y filiación con Macedonio Fernández y con Los siete locos, de Arlt, y lo dice en sus canciones. Calamaro es lector de Emil Cioran. Spinetta revive a Artaud; Melingo, a Enrique Cadícamo. ¿Catupecu Machu que actualiza? Es como el marxismo de Adrián Dárgelos, con la guita que él tiene podría pavimentar toda la Villa 31; quizás solo le guste hablar de Marx, como a Mirtha Legrand le guste hablar de economía política en sus almuerzos televisivos. ¿Pastillas del abuelo qué actualiza? Si pasan en las radios su música es porque hay gente detrás lucrando con la sordera de los adolescentes. ¿Banda de turistas? ¿Surfistas del sistema? Mejor sigo escuchando Virus o Los abuelos de la Nada. Falta algo más puro y verdadero en la escena vernácula. Quiero escuchar bandas nuevas que digan cosas verdaderas. Las bandas nuevas que escucho se parecen a esas películas de acción hollywoodenses en donde se muestra la misma escena de combate que vienen filmando desde hace siglos. Esa misma larga pelea que nos quiere mantener estúpidos delante de la pantalla. ¿Es pereza? ¿Es comodidad? ¿Es falta de talento? Chano es un reflejo de nuestra música argentina sin talento y con reconocimiento discográfico. Su último video “Carnavalito” da cuenta de su mediocridad llena de guita encima. Hay tanta bandas en el pozo sin fondo del under que no tienen el lugar que buscan quizás por culpa de imbéciles como Chano, que con la guita que hay detrás de él ocupa un lugar desproporcionado para lo desproporcionadamente malo y vulgar de su música con arreglos de pochoclos y confites.

Charly García hizo muchos de sus propios clásicos a partir de temas ajenos: “Popotitos” lo sacó de “Bony Moronie” de Larry Williams; “Me siento mucho mejor”, de “I’ll Feel a Whole Lot Better” de The Byrds; “Sweet Home Buenos Aires”, del tema de Lynyrd Skynyrd o “Influencia”, del “Influenza” de Todd Rundgren. Pero ahí hay un artista mostrando la costura de sus composiciones. No es alguien metiendo la mano groseramente en la estética de los otros. En la revista Rolling Stone, año 2008, Charly comenta: “Una vez le dije a Migue: Si hacemos el mejor disco del mundo, ¿te copás aunque no venda nada? Me dijo que no, y le dije: Sos un pelotudo. Primero, porque el mejor disco del mundo no puede no venderse. Y segundo porque si no tenés ningún ideal, ¿qué música puede salir?” A eso quería llegar. No veo ideales en la gran mayoría de la carnicería discográfica actual. Mucho personaje. Mucha foto y poca tripa. Cancherismo con olor a machismo. Falta profundidad, falta sensibilidad, falta originalidad, falta encierro. Mucha pose fatal, poca lectura. Confío en el underground.








martes, 2 de agosto de 2016

Ya nadie va a escuchar tu remera, por Román Bay



Cada nombre revela un mundo de identificación y misterio. Con algunos nombres de pluma de artistas pasa lo mismo. Mejor Molière que Poquelin, mejor Voltaire que Arouet, mejor Stendhal que Beyle, mejor Céline que Destouches, mejor Leys que Ryckmans, mejor Copi que Damonte, mejor Dylan que Zimmerman. Spinetta fue Almedra, Pescado Rabioso e Invisible antes de ser el flaco Spinetta. Y Charly García fue Sui Generis, La máquina de hacer pájaros y Serú Girán antes de ser Charly a secas. Entre la runfla de managers de rock y otros cerdos de la industria circula un fantasma sobre el nombre de las bandas. Éste no tendría que implicar nada negativo ni usar partículas de negación en su nombre. Nombres de bandas como No lo soporto, No te va gustar o Adicta, por ejemplo, estarían marcadas por un signo anticomercial. En el caso de No lo soporto, se trata de una gran banda que nunca consiguió un hit que perdure en las radios, lo cual habla bien de ellos. No te va a gustar, paso, me produce asco. Adicta, banda de culto si las hay, es una especie de Sumo: el mito crece y crece, pero cuando tocaban en vivo los iba a ver poca gente.

Eruca Sativa, por ejemplo, es el nombre técnico de la rúcula. La banda hace un rock cordobés muy interesante. Lo interesante es que haya gente que todavía haga ese tipo de rock. Tan biónica es un ejemplo de nombre que remite a algo vagamente moderno y futurista. Una banda que tiene algo bueno: son muy accesibles y parece que lo que están haciendo tiene algún valor, pero si ahondás un poco te das cuenta que son una mierda comercial y barata. En ese sentido no engañan a nadie. Miranda, otra banda que goza de aceptación popular, es el nombre de un anticonceptivo, es una palabra familiar e indeterminada, es también el nombre de un personaje shakespereano. Miranda, la banda de pop, es una máquina de hacer hits. Lo principal que se describe de un hit es que se trata de una canción que ya conocíamos antes de escuchar, como si para interesarnos por algo tuviera que resultarnos a la vez familiar y novedoso. Como el riff de Smoke on the water. O como teñirse el pelo. Si no nos remite a nada que conocemos de antes no tendría esa fuerza de hit. Meteoro es una banda que mantiene con Miranda algo más que la “M”; de hecho sus cortes de difusión podrían perfectamente ser temas de Miranda: bailables y pegajosos.

Otros nombres y otras bandas recorren el mapa sonoro de nuestros días. Utopians hace un indie garage alternativo. Su disco Trastornados da cuenta de su electricidad genuina. Es un nombre hermoso para una banda de rock, acaso intraducible al castellano. Octafonic es música para músicos. Escúchenla y verán. Indios son chetos, parecen ricachones con contactos y suenan muy prolijos para ser una banda de rock, creo que les falta mugre y desafinar mejor. Él mató a un policía motorizado es una de las bandas con nombre más peculiar de los últimos años. Su rock agónico y emotivo de pocos recursos ya tiene un lugar en la industria. ¿Se van a bajar los pantalones ahora que están acamalando un poco de éxito? ¿Crean, copian o componen? Algunos dicen que son una banda under que no buscan ser comerciales. Eso es mentira. Las bandas under que no buscan ser comerciales nunca salen del under.

Después hay nombres de solistas como Diosque, que es un nombre genial, además de ser genial su música. Diosque hizo muy bien en darse cuenta que su nombre iba bien. Muchos piensan que es un nombre artístico, pero es su apellido, lleva la rúbrica de su autor. Tuvo que separarse un momento de su nombre y darse cuenta que era comerciable. Él fue Diosque toda su vida. Un nombre de una banda aparece en un momento y en una primera lectura del nombre sale desde afuera. Siempre fue la firma del autor. Dios ¿qué? Su música es personal. Investigó mucho en géneros específicos, experimental pop rock latin british. Como hay tantos géneros musicales existentes y tan específicos que  cada género en cada banda tenés que ponerle su nombre específico. Diosque tiene una forma lúdica de hacer canciones, singular, construye la música a su modo, tiene un romanticismo, no es dramático, juega con la inocencia. Con la melancolía del pop sin melancolía. Su música no es oscura. Sus letras hablan de cosas coloquiales: “A veces no importa quien lo dice primero, sino quien lo dice mejor. A veces no importa el sabor verdadero, sino el sabor que dejó. (…) Imposible decirte que no.” Diosque viene de una trova tucumana de los dosmil. Una ola de músicos geniales, entre los que quiero nombrar al gran Eduardo Ferrer.

Hay bandas que copian a otras bandas. En la sonoridad, en la estética, en la lírica. Hay cantantes que copian a otros cantantes. En el arte eso no es nuevo. Se llama epígono. Epígonos de epígonos de epígonos. Gente que no quiere hacer algo nuevo sino continuar lo que otros vienen haciendo y se amparan en el kiosquito de lo ya aceptado. Van a consenso. Es como la comida de Burguer King y de Mc Donald’s, son sabores que difícilmente se diferencien entre sí; las dos son comida chatarra.