El año 1972 marcó el quiebre definitivo en la carrera del multifacético David Bowie, un artista que se desenvolvía en varias disciplinas como el teatro y la pintura pero que no lograba hacer pie en la escena del rock and roll.
Con cuatro álbumes de estudio editados, David decidió ir a por más y jugar su suerte en el mundo de la música con un quinto disco: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, una placa que narraba las aventuras de Ziggy, un extraterrestre andrógino devenido en estrella de rock con la curiosa misión de salvar la tierra de la destrucción total. Claro que las cosas no se pondrán fáciles para Stardust ya que, en una suerte de parodia al autor, su objetivo se verá boicoteado por las drogas y el alcohol conforme transita el camino a la fama.
El disco está compuesto por once canciones que suman un total de 38 minutos entre los que abunda un hard rock sutil fundido con tintes operísticos y una atmósfera entre lúdica y entusiasta con picos de calidad. Cabe destacar la figura de Mick Ronson, un guitarrista venéreo que se convertirá en el as bajo la manga de Bowie para cerrar un trabajo que marcó época. La apertura del álbum llega de la mano de “Five Years”, una oda con un crescendo arrollador en la que el protagonista advierte a los terrícolas que apenas quedan cinco años para su fin; primero de manera apaciguada y, finalmente, con dramáticos y caóticos gritos.
Ziggy Stardust es un disco intrépido donde Bowie se anima a diversos géneros en tiempo récord y con una estatura formidable. Así como “Soul love” se pasea entre el jazz y el soul, “Hang on to yourself” y “Suffragette City”, son canciones abiertamente punks mientras que los coros de “It ain’t easy” tienen un trasfondo góspel que engrosa y levita la canción. “Starman” y “Ziggy Stadust” son, sin dudas, los dos grandes clásicos que trascendieron la barrera temporal y le valieron al Duque Blanco una masividad que jamás se quitaría de su lado.
La recompensa fue abundante y extraordinaria. Bowie comenzó una era de fama y, tanto él como su disco, se convirtieron en iconos del Glam. Afortunadamente, nada de eso serviría para opacar su eterna búsqueda de la belleza, una característica que ha marcado a fuego la vida y obra de un artista inquieto como pocos, que sembró de bellas historias el suelo terrícola y que una noche de enero se despidió rumbo al cosmos con la satisfacción de haber hecho de la Tierra un lugar más hermoso.
Muy linda reseña de esta enorme obra bohemios. Felicitaciones a Joaquín Rodriguez y al editor de la revista!. Saludos
ResponderEliminarGracias Martín querido, una alegría que te haya gustado la reseña. Sólo hay que seguir "la luz que ilumina el corazón del artista..." La búsqueda, tal vez sea en estos callejones que delineó Ziggy, callejones con alta suciedad. Abrazo!
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